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Prey

Prey

Prey, análisis

Por fin regresa Prey, aunque no lo hace de la forma que lo conocíamos. Una reinvención de la franquicia que nos deja una invasión alienígena que homenajea a todo un clásico como es System Shock.

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La historia de la franquicia Prey es una repleta de decepciones, promesas incumplidas y desapariciones entre una nube de humo. Hace más de 20 años que 3D Realms quiso convertir a Prey en el primero de una serie de juegos que se convirtiesen en un emblema de la compañía y que demostrasen de una entrega a otra el gran potencial tecnológico de la compañía. Hasta tres veces se paró el proyecto en esta primera fase, tras el abandono de tres diseñadores principales en cada una de ellas. Ya por aquel entonces se iban asentando, no obstante, las bases de lo que sería Prey: un héroe nativo americano que sería abducido por alienígenas y tendría que abrirse paso por su gigantesca nave haciendo uso de una innovadora dinámica de juego basada en portales.

En el año 1999, el juego entró en un largo período de pausa, tras 4 años de ser incapaces de sacar adelante el proyecto. Pero, en el año 2001, 3D Realms decidió revivir el proyecto y desarrollar una nueva versión. El motivo de esta resurrección fue, sobre todo, que gracias a los nuevos motores gráficos esa tecnología de portales tan ambiciosa se podía hacer realidad con mayor facilidad. No se sabe muy bien si hubo complicaciones durante esta fase o cómo evolucionó el juego, pero tardó 5 años en completarse, puesto que saldría a la luz en el año 2006 para PC y consolas. El juego resultó ser un juego complicado de hacer llegar al usuario, ya que por un lado ofrecía dinámicas y sistemas de juego muy dignos e interesantes, con ideas excelentes y una ambientación muy original… pero por otro, no llegaba a explotar del todo ninguno de esos elementos, por momentos no resultaba especialmente divertido y, en general, pese a ser un título de gran calidad, acabó pasando sin pena ni gloria en la historia de los videojuegos.

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Pero el potencial estaba ahí y éramos muchos los que deseábamos una segunda entrega que arreglase los problemas y explotase más sus posibilidades narrativas. Por suerte, no habría que esperar mucho, ya que poco después del lanzamiento del primer Prey se anunció que la segunda parte ya estaba en desarrollo. Pero en 2009, Zenimax Media (la empresa a la que pertenece Bethesda) compró los derechos de la licencia Prey y se anunció la cancelación de esa primera versión de Prey 2, puesto que, según comentaron a posteriori algunos de los involucrados en el título, el juego estaba demasiado verde y no llevaba a ninguna parte tal y como estaba. En 2011 se anunció de nuevo el juego, que en teoría se lanzaría ya en 2012 e incluso se presentaron tráilers prometedores que nos mostrarían “una nueva faceta del universo del juego”. Pero Prey 2 se iba retrasando y desapareció sin hacer ruido hasta que, en 2014, Bethesda anunció su cancelación oficial.

Y ahí empezó el trabajo en Prey tal y como lo conocemos hoy: un juego que de sus orígenes, de su primera entrega y de las cinco versiones canceladas tan solo conserva el nombre. Es un reinicio en toda regla, sin conexiones que justifiquen el haber pagado por una licencia. De hecho, el título nos trae a la cabeza varios juegos, pero el primer Prey es uno de los últimos en los que pensamos. El más evidente, System Shock (precursor de BioShock), ya que Arkane Studios no ocultó en ningún momento que querían crear una secuela espiritual de esa franquicia olvidada pero de tantísima calidad. Sin embargo, se han pegado tanto a la franquicia de 1999 que, al igual que el primer Prey, es un título que juega muy al límite: tiene mucha calidad, ideas muy buenas y un sistema de juego muy digno e interesante… pero al mismo tiempo, no se arriesga a dar el paso extra y exige tantísimo al usuario en todo momento que no va a ser un juego para todos los públicos. Y con esto, decimos incluso dentro del género de los shooter en primera persona.

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Un futuro cercano
Uno de los principales puntos fuertes de Prey, o al menos eso es lo que pretendían en Arkane, es el argumento. Estamos en un universo alternativo en el que John F. Kennedy sobrevivió al famoso intento de asesinato de 1963 e invirtió mucho dinero en el programa espacial. Eso permitió a la humanidad llegar mucho antes al espacio y, en el año 2032 en el que se ambienta el juego, ya hay grandes estaciones espaciales de gigantescas dimensiones y que vagan por el cosmos. Encarnamos a Morgan Yu, un empleado de Transtar, que es la empresa propietaria de la estación espacial Talos-1 en la que se ambienta la historia y que sufre una invasión alienígena. Este es el planteamiento básico del juego, pero a partir de ahí hay mucho que rascar y son numerosos los giros de guion en los que, lógicamente, no vamos a entrar.

Baste con decir que el juego intenta desde un primer momento sorprendernos y hacer que no nos fiemos de nada. Apenas pasan unos minutos del juego cuando ya no entendemos qué está pasando… y poco después vemos que el mundo que nos han intentado vender durante esos minutos es un mundo irreal, que esconde muchos más secretos de lo que nos parecía a primera vista. Nuestra memoria perdida nos impide conocer todos los detalles de la situación real y seremos nosotros mismos los que nos ayudemos a base de mensajes grabados que iremos descubriendo poco a poco. La historia intenta ser tan fuerte como la de BioShock o System Shock, pero hay unos altibajos importantes que lastran bastante la narrativa en varios momentos de la historia.

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En general, que te deje mejor o sabor de boca a nivel argumental depende mucho de lo que esperes y de los gustos personales, pero en cierto modo es como en Dishonored, donde es el mundo el que nos narra la historia. Sin embargo, en Prey el mundo no termina de explotar todo su potencial y por momentos da la sensación de ser una excusa para que hable el sistema de juego y generar situaciones de forma orgánica. Sobre todo, si tenemos en cuenta que los personajes secundarios son escasos y bastante planos; de hecho, el malo es bastante olvidable y es fácil olvidar su papel en todo esto, puesto que todo el protagonismo recae sobre los miméticos alienígenas que hacen que todo sea tan orgánico durante la aventura.

Vive tu propia aventura
Gran parte de este universo orgánico tiene su origen en que, aunque parezca lo contrario, estamos ante un juego de mundo abierto. Llegado un momento de la historia, tendremos libertad total para elegir adónde ir y qué hacer. De hecho, no habrá casi guías que nos indiquen el camino; en ese aspecto, el juego intenta ser un juego de corte muy tradicional y recuerda a un título de los años 90 más que a un producto actual. Esto es positivo, ya que somos muchos los jugadores que agradecemos que no nos lleven de la mano en todo momento, pero es innegable que esta dinámica de juego le puede cerrar muchas puertas entre el gran público, sobre todo por la exigencia constante del título.

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Por un lado, está el hecho de que los objetivos aparezcan marcados en el HUD del juego, pero no se indique cómo llegar hasta ellos. Tal es así que, en muchas ocasiones, al querer avanzar en la historia nos acabaremos perdiendo y sufriendo para encontrar la ruta ideal para nuestro avance. Y de hecho, ahí es donde vemos otra seña de identidad de Arkane: al igual que en Dishonored, podremos afrontar el juego completamente a nuestra manera. No hay una ruta predefinida y toda vez que avancemos tendremos varias posibilidades a nuestro alcance, del mismo modo que podremos volver atrás y explorar zonas anteriormente vistas para desbloquear secretos de diversa índole, aunque casi siempre compensará hacerlo cuando vayamos desbloqueando diferentes habilidades.

Es en ese punto cuando el juego adquiere unos pequeños tintes de juego de rol, con la gestión de habilidades. Tendremos tres categorías iniciales (científica, ingeniería y seguridad) que nos permitirán mejorar la vida y la resistencia, aprenderemos a piratear cosas, arreglaremos objetos mediante la mecánica, etcétera. Estas son habilidades más comunes que nos ayudarán a abrirnos paso por los diferentes entornos de la Talos-1, pero hacia mitad del juego, cuando la historia da un giro importante, se abrirán una serie de habilidades especiales. Es aquí donde el juego recuerda más a títulos como BioShock al disfrutar de poderes especiales, que nos permiten lanzar ataques de energía, cambiar de forma, usar la mente... y la más curiosa, la de copiar la habilidad de los mímicos y adquirir la forma de cualquier objeto del escenario. Obviamente, tendremos que gestionar bien los puntos para determinar qué ramas queremos mejorar primero y qué nos interesa hacer antes. Y obviamente, el elemento de juego de rol se amplía también a las mejores para trajes y armas, así como en un interesante sistema de creación de objetos.

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Las posibilidades son casi infinitas a la hora de afrontar la aventura, ya que las numerosas combinaciones hacen que cada aventura sea diferente y que no haya dos partidas iguales: las rutas a seguir, las habilidades a potenciar, la forma de afrontar el combate… Prey se antoja bastante especial en ese aspecto y marca una ruta a seguir por futuros juegos del género. Sin embargo, le pesa un poco la frustración brutal ante la elevadísima dificultad inicial del juego. La curva de dificultad es demasiado empinada y, durante las primeras horas de juego, moriremos numerosas veces, incluso en dificultad fácil. El juego está diseñado para que te sientas inferior ante la amenaza alienígena y que notes el peligro acechándote en todo momento. Los mímicos, además, tienen la capacidad de adquirir la forma de cualquier objeto del escenario y engañarnos para saltarnos encima en el momento menos esperado.

Esa vulnerabilidad del personaje es natural y se percibe una evolución notoria de cara al final de la aventura, aunque el camino puede hacerse muy duro, sobre todo para los jugadores menos acostumbrados a este tipo de libertad total en los juegos. De hecho, el juego incluso exige que domines todas las armas, a diferencia de otros shooters en los que puedes dedicarte a dominar 2 o 3 armas e ignorar el resto. Aquí, todas las armas tienen alguna utilidad y se tienen que usar para resolver puzles o afrontar situaciones concretas. Para llegar al final de la aventura, será necesario aprender a usarlas todas. Pero donde más recuerda a Dishonored, si cabe, es en el sistema de sigilo. En muchas ocasiones es la mejor opción, ya que hacer demasiado ruido provoca que los enemigos aúnen fuerzas y acaben contigo sin dudar, sobre todo por lo anteriormente comentado de la dificultad del juego. Este sistema de sigilo es bastante exigente, pero llegar a dominarlo hará la experiencia con Prey mucho más satisfactoria.

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Apartado técnico
Lo cierto es que, a nivel artístico, Prey también recuerda bastante a Dishonored. Es un juego bello de ver, con un apartado artístico de mucho nivel, que nos recrea una estación espacial bastante creíble y consigue presentarnos a unos enemigos cada vez más surrealistas, con unos diseños excelentes que no hacen más que mejorar a medida que pasan las horas de juego. A nivel técnico, a veces el juego sufre un poco para representar adecuadamente en pantalla toda su ambición. En ocasiones habrá problemas en la carga de elementos en el escenario, de tal modo que las cosas aparecerán de repente a lo lejos. No es algo habitual y, por lo general, el juego se desarrolla a corta distancia, así que no es algo especialmente notable. Más molestos son, sin embargo, los numerosos y lentos tiempos de carga, que cortan bastante el ritmo de la acción y tanto pueden aumentar la frustración de morir como pueden desanimar a volver a una zona anterior por no tener que cambiar de área y sufrir una pantalla de carga.

A nivel de jugabilidad, el personaje responde muy bien a las indicaciones del mando, aunque siguiendo la línea anteriormente comentada de que nos sentimos indefensos el sistema puede hacerse un poco tosco y exige demasiada habilidad para dominar plenamente al personaje principal. Es parte intrínseca del propio sistema de juego, pero no se puede ignorar la frustración que puede provocar en el usuario durante los primeros compases. No obstante, donde brilla a un nivel brutal Prey es en el apartado de sonido: la banda sonora del juego es espectacular. Una auténtica delicia para los sentidos que no afloja el ritmo en ningún momento y que hará que hasta se nos hagan cortas las aproximadamente 20 horas que nos llevará acabar la historia principal (sin contar todas las secundarias del juego).

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Este análisis se ha hecho con un código de la versión PS4. 

8.5

Muy Bueno

Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.