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Juegos Ocultos #2

En esta edición repasamos tres nuevos títulos, la clásica aventura gráfica Shadow of the Comet, la gran aventura de NES Solstice, y el difícil pero estupendo Shoot'em Up Aurail.

Actualizado a

Shadow of the Comet (PC)

En 1993, Infogrames se sumergió de lleno en la profundidades de los mitos de Cthulhu para lanzar Shadow of the Comet, una aventura gráfica inspirada en los mitos de Lovecraft. La acción se sitúa Illsmouth -en claro homenaje a Innsmouth- y nos pone en el papel del periodista John Parker, que acude al lugar seducido por la historia de Lord Boleskine, un investigador que enloqueció después de su paso por esa población, dejando un desquiciado pero apasionante legado en forma de apuntes y bocetos que apuntan a algo increíble en la historia de ese lugar.

Todo aparenta normalidad, pero a medida que se acerca el paso del cometa Halley, poco a poco encontramos que hay algo oscuro y retorcido en las entrañas del plácido pueblo. Poco a poco profundizamos en la siniestra historia del lugar y de sus habitantes, mientras descubrimos un culto a unos viejos dioses más allá de la comprensión de los humanos. Lo cierto es que hacer videojuegos basados en los mitos de Cthulhu no es nada fácil, y buena prueba de ellos es que no hay demasiados de ellos, pero Shadow of the Comet no es sólo uno de los primeros en hacerlo, también es uno de los mejores. Cómo consigue entremezclar lo cotidiano con el terror cósmico de Lovecraft, cómo va introduciendo poco a poco los tentáculos en la historia y cómo logra crear una constante sensación de desasosiego al jugador.

Por encima de todo, Shadow of the Comet destaca por la soberbia ambientación, que junto a una fantástica banda sonora, nos atrapa en el aire viciado de Illsmouth. También destaca visualmente por sus bellos fondos, haciendo justicia a la tradición francesa de grandes artistas del pixel. La aventura no es perfecta, especialmente por una interfaz extraña dentro del género, basada en el movimiento con el teclado y no en el ratón. Es también un juego realmente cruel en su dificultad, repleto de puzles complicados y muertes en cada esquina, incluyendo algunas poco afortunadas secuencias de acción en las que hay que luchar contra los controles. Pero más allá de eso, es un título que ha quedado en la retina de muchos jugadores de su época.

Solstice (NES)

En 1986 nacía en Manchester Software Creations, en pleno auge de la industria británica del videojuego. La compañía destacó rápidamente por una gran capacidad técnica, gracias a una fantástica conversión del clásico Bubble Bobble a Commodore 64, desde el que dieron el paso al emergente y lucrativo negocio de las consolas con Nintendo. Uno de sus primeros juegos en la 8 bits fue este extraordinario Solstice, un intento de llevar a consola las aventuras isométricas que habían triunfado en ordenadores como Knightlore o Batman.

La historia de Solstice es simple: el Malvado Morbius ha capturado a la princesa Eleanor para sacrificarla y obtener poder absoluto a través de su sangre noble. Pero antes de eso necesita juntar los fragmentos del mítico Báculo de Demnos, esparcidos por el laberíntico castillo de Kastlerock. Nuestro protagonista, Shadox el hechicero, decide adelantarse en la búsqueda del báculo y usar su poder para acabar con el villano. La simple historia esconde una compleja aventura isométrica con más de 250 salas y una dificultad tremenda, de las que obligan a ser exacto con el pad y a anotar bien nuestros pasos para saber dónde estamos y dónde podemos explorar para seguir encontrando claves y objetos para avanzar.

Además de un diseño fantástico, aunque inasequible para la mayoría de los mortales, Solstice es una joya técnica, un juego que sabía sacarle todo el partido a la máquina para crear una sólida y variada ambientación, algo importante dadas las horas que nos íbamos a pasar deambulando por las salas de la fortaleza. Especial mención a una de las mejores bandas sonoras que podemos encontrar en la consola japonesa, que se dice pronto, a cargo de un auténtico genio en la materia como Tim Follin, uno de los más grandes compositores de la época.

Aurail (Arcade)

La historia del arcade está repleta de shoot’em ups que pocos recuerdan y Aurail es uno de ellos. Lanzado en 1990, fue una de las pocas recreativas con el sello de Sega sin ser un juego propio de la compañía -fue creado por Westone, los creadores de Wonder Boy-. También suponía para el estudio un cambio de tercio importante en cuanto a género y estética. De la aventura de plataformas y acción se pasaba a los disparos, y de los coloridos gráficos se optaba por una paleta más oscura y detallada, adecuada para reflejar el ambiente de un mundo guerra.

Aurail es interesante porque tiene algunos elementos diferenciales. Su estilo de juego se acerca más a los Commando o Ikari Warriors, con scroll vertical y movimiento libre, pero el protagonista es un mech, luchando desesperadamente contra una horda de tanques, robots y otros enemigos. El movimiento es lento, disparar y moverse al mismo tiempo es un reto y nuestro sprite es grande, así que esquivar los disparos enemigos no es fácil. Junto a las fases tradicionales se alternan otras en primera persona, que dan variedad al desarrollo y visualmente tienen un aspecto bastante rompedor.

A pesar de que nuestro robot tiene algunas ayudas muy potentes, como una barrera protectora, o un satélite que puede acabar con enemigos por su cuenta, lo cierto es que es un título tremendamente difícil que requiere habilidad y memoria a partes iguales, junto a unas altas dosis de paciencia para aguantar el tirón de una progresión brutal. Muy cuidado en todos sus detalles, con una potente banda sonora y un diseño que combina elementos futurista y antiguos, creando buen contraste que acompaña bien a la acción frenética.