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Si Muere WoW, Muere el MMO

Sergi "Motenai" reflexiona sobre el cambio de actitud y percepción que percibe alrededor de los comienzos de World of Warcraft y la situación actual del MMO.

Actualizado a

--Esta es una columna que expresa la opinión personal de su autor-

Siempre he creído que mi generación, la de los 70 y en cierta medida también la de principios de los 80, ha sido muy afortunada a nivel histórico. Lo ha sido por muchas razones que no vienen al caso, pero por dos especialmente muy notables en el ámbito de la tecnología que sí que vienen y de los que fuimos testigos y partícipes en primera persona: el boom de la telefonía móvil y la explosión de internet. Los niños de hoy en día crecen con internet y con los móviles prácticamente integrados en su uso diario y dentro de 40 años, cuando mis nietos me entrevisten para el periódico de la escuela (¿habrá periódicos? ¿habrá escuelas?), la pregunta estrella será: ¿cómo era la vida sin internet?

Y es que nosotros, que en la práctica fuimos pioneros en este asunto, vivimos internet. La vivimos apasionadamente y con el mismo espíritu de un explorador que sabe de forma positiva que está pisando tierras que nadie nunca ha pisado jamás: "History in the making", que dicen en anglosajón. Pero no es mi intención ponerme nostálgico, la verdad; mi compañero Juan Arenas lo hace mejor que yo y con cadencia semanal en su sección Memory Card, que os recomiendo visitéis si os entra la ñoña o si queréis saber más de cómo hemos llegado hasta aquí. Y si bien puede decirse que fuimos el Doctor Livingstone en el mundo de internet y en cierta medida también pioneros en esto del videojuego, hay especialmente un género, una experiencia, que nos permitió tener la misma sensación de asombro de la que os estoy hablando delante de la pantalla de un ordenador: la explosión del MMO.

Todo el mundo alucina la primera vez que juega a un videojuego; pero es innegable que la forma en la que hoy se hacen dista bastante de la fórmula original, incluso de la de 15 años atrás. Y recuerdo mi asombro cuando jugaba a Double Dragon o la primera vez en Metal Gear Solid, Gran Turismo, Goldeneye... pero nada es comparable a cuando nos sumergimos en el mundo de los MMOs. Un mundo que solamente fue posible por la explosión de internet, que creó un concepto nuevo de juego. Un mundo que, como el real, no paraba cuando tu apagabas el PC. Un mundo repleto de zonas nuevas, con mucho más mapeado y rincones del que físicamente había tiempo para recorrer entero. Algo más grande que nosotros mismos como jugadores, en definitiva. Y aunque tuviéramos experiencia en Ultima, Everquest o Runescape nada define mejor esa sensación como World of Warcraft. Blizzard, como casi siempre, pionera en nada pero dando en el clavo una vez más.

Recientemente la compañía californiana anunció que no iba a dar más noticias sobre su número de suscriptores, alrededor de 5.5M en ese momento. Cifras muy bajas teniendo en cuenta su histórico pero muy altas teniendo en cuenta su longevidad. El World of Warcraft de hoy, que ofrece personajes de alto nivel nada más empezar, ha querido adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas generaciones de jugadores. Cuando nosotros empezamos a jugar, el contenido end-game era simplemente una cosa más: el auténtico placer del juego estaba en el viaje hasta nivel 60. Los cambios de zona, las nuevas músicas y paisajes cuando entrabas en Stranglethorn Vale, tu primera mazmorra en Wailing Caverns o Ragefire Chasm (horda) o Deadmines (alianza), la emoción cuando subías niveles, los cálculos de oro para conseguir tu montura o la posibilidad de que te acechara un maldito alianza tras la esquina. Tengo amigos, compañeros de clan, cuya única experiencia jugable en PC consiste en este juego. Ni ETRs, ni FPS, ni MOBAs ni nada más. Porque no nos tomábamos World of Warcraft como un juego a batir, sino como un juego a disfrutar, una experiencia a vivir. En realidad no sabíamos ni cómo tomarlo. Ni la propia Blizzard lo sabía, como me confirmaron sin ningún pudor sus creadores en la primera Blizzcon, en las que compartían de forma genuina el mismo asombro tanto invitados como organizadores. Estábamos y lo sabíamos, entre todos, haciendo historia. Estábamos abriendo un camino que nadie se atrevía a aventurar dónde iría a parar.

Hoy, tengo la sensación y creo que compartida con muchos, ese sentimiento ya ha desaparecido. Por eso podemos empezar a nivel 100 desde el minuto 1. Hoy queremos batir al juego a toda cosa, el viaje ya no importa. Juegos como Blade and Soul han captado perfectamente esta esencia: el enfoque en el combate (donde precisamente WoW flojeaba) es el rey y han hecho un gran trabajo en ese aspecto, no se les puede desmerecer. Pero la otra parte, la parte que no es combate, está tratada con menos mimo. Y es que es imposible competir contra la herencia de World of Warcraft, sus historias y su lore, contra su cantidad de contenido PVE y contra los sentimientos que evoca entre los que lo vivimos, además de jugarlo. Por eso, en mi opinión, el MMORPG vive con WoW. Y morirá con WoW.