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NES Mini: 30 juegos, ¿30 imprescindibles?

En la semana de su llegada al mercado hacemos un recorrido por los 30 juegos incluidos en NES Mini. Todos son clásicos de un modo u otro, ¿pero también son imprescindibles para revisitar hoy en día? Veamos cómo supera cada uno de ellos la prueba del tiempo.

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Nintendo Entertainment System, NES para los amigos, es la definición de plataforma legendaria. Incluso aquellos que no hayan crecido con uno de sus mandos entre las manos seguro que no ignoran el hecho de que en su día impulsó el mercado consolero, catapultó a Nintendo hacia su trono, y vio nacer a montones de sagas de la talla de Super Mario, Zelda, Final Fantasy o Castlevania. Sin embargo, ya han pasado más de 30 años desde su estreno, periodo en el que la industria ha atravesado numerosos cambios y evoluciones. Así que la pregunta al sentarse ante esta colección de clásicos es obligada: ¿qué tal han envejecido? ¿Sus virtudes aún disfrutan de la misma vigencia, o en cambio sirven más para revivir tiempos lejanos que para pasar un buen rato en la actualidad? Para responder a ello proponemos un ranking en orden ascendente (a modo de orientación, no es algo grabado en piedra) que invite a reflexionar sobre cuáles de estos 30 juegos superan la prueba del tiempo, y cuáles bien podrían haber dejado a otros su sitio en la colección. ¡Empezamos!

30. Mario Bros.

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Como encargado de usar por primera vez el nombre de Mario en el título (tras su aparición en las dos primeras entregas de la saga Donkey Kong), introducir a su hermano Luigi, y presentar a ambos como fontaneros, es difícil negarle a Mario Bros. un lugar en NES Mini. Es una curiosidad que todo fan de Nintendo debe probar al menos una vez, aunque sólo sea para tener una mejor comprensión de cada paso que la ha traído hacia aquí. Sin embargo, desde un punto vista más frío Mario Bros. funciona mejor como extra, un minijuego, que como juego completo que impide la entrada en la lista a otros que podían ofrecer más por el mismo precio (el propio Super Mario Bros. 3, también incluido en la colección, ya dispone de una versión). El concepto es funcional para una recreativa de la época: gira a los enemigos con el bloque POW o golpeando sus plataformas desde abajo, remátalos antes de que recuperen el equilibrio, y pasa a la siguiente pantalla antes de que ellos o algún otro peligro acabe contigo. Lamentablemente, el manejo de los hermanos está lejos de la precisión que exhibirían después en Super Mario Bros., y como arcade para batir récords tampoco alcanza el nivel de Donkey Kong. El cooperativo puede dar lugar a alguna partida divertida, pero por lo general es uno de los juegos más prescindibles de la colección.

29. Ice Climber

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Además de por un planteamiento bastante original, Ice Climber destaca por ser de las pocas sagas de Nintendo con cierto renombre que no ha recibido ni una sola secuela desde su estreno. Claro que si no fuera por la presencia de Popo y Nana (el dúo de esquimales protagonista) en algunas entregas de Super Smash Bros., probablemente la mayoría ya nos habríamos olvidado de él. El concepto, consistente en escalar montañas heladas a golpe de martillo, parte de una premisa arriesgada, que es convertir todos los suelos del juego en superficies resbaladizas. Seguro que ya solo esa idea evoca frustraciones de otros plataformas en nuestra cabeza, aunque es una concesión que se debe hacer si se quiere conseguir cierta fidelidad en la propuesta. El problema es que a esto Ice Climber también añade una maniobrabilidad aérea muy limitada y una detección de colisiones deficiente, que provoca que atravesemos plataformas a las que deberíamos haber subido, o contra las que deberíamos haber chocado para regresar de vuelta al punto del salto y no precipitarnos hacia el vacío. Aunque el diseño de niveles hace su trabajo y añade nuevos elementos a medida que progresamos, esta incapacidad para clavar el aspecto más básico, la naturalidad del control, juega en su contra desde la primera montaña.

28. Balloon Fight

Balloon Fight es un juego tan asociado a NES que sería fácil ignorar su origen arcade de no ser por la anécdota que lo conecta a Satoru Iwata. El recientemente fallecido ex-presidente de Nintendo entabló relación con la compañía poco antes de su estreno, periodo en el que se encargó, entre otros, del port de Joust (recreativa de la que Balloon Fight toma elementos prestados). Esta experiencia le llevó a encargarse después del propio Balloon Fight, dando lugar a una versión que, al contrario de lo que solía ocurrir con estas adaptaciones, salió mejor parada en NES gracias a un reajuste en el control. Ya sólo por ese pedacito de historia se puede justificar la inclusión del juego en la colección, si bien luego a nivel jugable no destaque tanto entre sus compañeros. Al igual que Ice Climber, su propuesta le lleva a optar por un control atípico, que pretende emular el efecto de flotar mediante globos. Por suerte, si bien requiere un periodo de acomodación, sale mejor parado y crea menos asperezas, aunque la contrapartida es que esto no evita que el diseño de niveles y encuentros contra enemigos se estanque pronto. Funciona bien en dosis cortas, y puede picarnos para mejorar puntuaciones, pero a pesar del añadido de Balloon Trip (no presente en el arcade) resulta irónico que su ligereza le impida mantenerse en el aire demasiado tiempo.

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27. Excitebike

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Al igual que ocurre con otros títulos de la parte baja de esta lista, cuesta evitar la sensación de que Excitebike forma parte de la colección más por representar un pedacito de la historia de Nintendo que por las ventajas de revivirlo en pleno 2016. Claro que no se podría hacer una selección variada sin meter al menos un juego de conducción, así que a falta de un RC Pro-AM o un Rad Racer, este arcade de motos bien vale para representar el género. A su favor juega el ser un título emblemático que ha dado lugar a varias revisiones, secuelas e incluso spin-offs gracias a un mayor hincapié en el dominio del movimiento en sí mismo que en la faceta competitiva de ver quién llega primero a la meta. Así como Mario Kart tiene sus objetos y F-Zero su frenética velocidad, Excitebike trata sobre el uso de las físicas en un contexto relativamente realista, que nos hace reaccionar de forma lógica en base a la velocidad, el tipo de obstáculo y la posición de la moto si no queremos acabar fuera del circuito. A ese nivel básico aún funciona bien y es posible sacar diversión en dosis cortas. Pero en materia de circuitos o torneos es tan ramplón (a pesar del editor) que, a menos que te atrape la nostalgia, seguramente no pasarán muchos minutos antes de que decidas cambiar a otro juego.

26. Galaga

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Aunque la selección de juegos incluidos en NES Mini sea un festival retro, pocos de sus nombres pueden competir con Galaga a la hora de lanzarnos hacia atrás en el tiempo. El arcade de Namco es en esencia una versión potenciada de Galaxian, juego que a su vez nació del intento de esta compañía por competir con el hiperconocido Space Invaders de Taito. Los tres fueron muy exitosos, pero dado que Galaga es más cercano a nosotros, también es el más agradable para coger y echar una partida hoy en día. La nave sigue limitándose a un movimiento lateral en la zona inferior de la pantalla, pero las rutinas enemigas son mucho más variadas, lo que lo convierten en un shoot 'em up más estimulante dentro de su sencillez. Eso sí, la puesta en escena, con una presentación visual simple y carencia casi total de música, peca de anticuada al lado de otros congéneres. Y huelga decir que tampoco puede competir en ambición o contenido con muchos de los otros juegos de la lista, diseñados años después y/o con una consola de uso diario en mente. Pero dentro de los objetivos que se marca sigue siendo apañado, así que todavía puede resultar tentador volver para mejorar marcas a modo de descanso entre aventuras más completas.

25. Ghosts 'n Goblins

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Otro gran nombre de las recreativas, que por desgracia no ve aquí su mejor versión. Pero a pesar del recorte gráfico respecto al arcade original, que incluye parpadeos de sprites, el juego de Capcom tiene un estilo visual vibrante, capaz de aunar una ambientación de cuento de terror medieval con un diseño de personajes y localizaciones al borde de la caricatura. Este peculiar “horror cómico” se vuelve más obvio cuando el caballero Arthur, en constante peligro de muerte, recibe daño y se pone a correr en calzoncillos entre zombis y demás seres de ultratumba. Quizá sea una metáfora que alude al propio jugador, también desnudo ante las amenazas del juego, porque la dificultad de Ghosts 'n Goblins roza la crueldad. Aunque los controles son lo suficientemente precisos, una vez en el aire la maniobrabilidad de Arthur es nula hasta que volvemos a pisar el suelo, lo que deriva en situaciones donde percibimos peligros a los que nuestras manos reaccionan, pero el mando ya no. El juego no parece tener esta limitación en cuenta, así que si bien el plataformeo tiende a ser simple, algunos enemigos aparecen y nos atacan con rapidez, convirtiendo el avance en un proceso de ensayo-error y mucha paciencia. Aun así, la presencia de continuaciones ilimitadas palia un poco la frustración, y el encanto de su atmósfera bipolar nos puede impulsar a intentar seguir viendo un poco más de él. Para amantes de los retos aún merece ser jugado, simplemente no cuentes con terminarlo y disfruta de lo que ofrece mientras la cordura te lo permita.

24. Donkey Kong Jr.

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Aunque a nivel histórico no tenga la relevancia de su antecesor, Donkey Kong Jr. merece atención por varias razones. Para empezar, fue el encargado de renombrar a Jumpman como Mario, y de paso invirtió los papeles para convertirlo en el villano. Esto, además de una curiosa anécdota, sirve para justificar un ligero replanteamiento del concepto: el juego sigue consistiendo en una serie de pantallas por las que debemos ascender superando diferentes tipos de obstáculos, pero cambiar el protagonista humano por un simio abre nuevas posibilidades de desplazamiento que a su vez transforman los niveles. Las escaleras son sustituidas por lianas que el hijo de Donkey Kong puede trepar de forma individual o por parejas si extiende los brazos. Es una mecánica interesante, ya que la primera opción es más lenta, pero la segunda nos deja más expuesto a los peligros que bajan por ellas. Por lo demás, es una secuela de manual que plantea nuevos niveles sobre una base familiar. Un buen arcade de su época que todavía se deja jugar y requiere un puñado de intentos para cogerle el truquillo. Es de agradecer que, a diferencia del port del primero, sí cuente con todas las pantallas de la recreativa, aunque a menos que te sientas más cómodo con el tipo de movimiento propuesto para Donkey Kong Jr., puede resultar redundante en una colección que podría haber apostado por una mayor variedad de sagas. Y más a sabiendas de que la propia NES dispone de una edición con ambos juegos en el mismo cartucho.

23. Castlevania II: Simon's Quest

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Viendo que Nintendo y Konami han optado por incluir dos de los tres Castlevania de NES, seguro que más de uno se preguntará por qué dieron prioridad a Simon's Quest sobre Dracula's Curse, tercera y por lo general mejor valorada entrega. Aunque pueda resultar decepcionante, es comprensible porque precisamente la segunda parte propone una experiencia muy diferente a las otras dos. A pesar del éxito del original, esta secuela decidió probar algo nuevo: abandonó la acción directa y la exploración en una dirección para dar un pequeño giro hacia los RPG, añadiendo pueblos con NPCs para interactuar y un desarrollo más abierto. Incluso los que renieguen del cambio y prefieran la fórmula clásica seguro que al menos pueden valorar su ambición y ganas de empujar la saga hacia nuevos horizontes, con ideas como un ciclo día-noche que rige la entrada a las casas, el poder de los enemigos y los finales del juego. O el uso de los corazones de un modo no tan diferente a las almas de la saga Souls (sirven para mejorar el látigo, comprar ítems y subir de nivel, pero su contador se reinicia al quedar sin vidas). Por desgracia, estas ideas se ven lastradas por un juego que no termina de hacerles justicia, con un sistema de pistas demasiado críptico, una traducción deficiente y multitud de trampas o exigencias en el plataformeo que rozan lo absurdo. Es demasiado obtuso como para disfrutarlo plenamente en la actualidad (a menos que se tenga conocimiento de antemano o una guía), pero a modo de curiosidad vale la pena echarle un vistazo para entrever lo que podría haber sido.

22. Final Fantasy

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Como origen de una de las sagas más longevas y exitosas de la industria, así como principal abanderada del género fuera de tierras japonesas, el primer Final Fantasy es un pedacito de historia que enriquece la colección. Y ante la ausencia de algún Dragon Quest, el título de Square además es el único representante de los JRPG por turnos, por lo que será capaz de encontrar a su propia audiencia. El problema es que también nos puede recordar por qué durante años fue uno de los géneros nicho por excelencia, incapaz de romper ciertas barreras entre el gran público. Su vasto mundo, con aldeas, mazmorras, vehículos y una historia de cierto interés chocan contra una serie de trabas que ahora cuesta más pasar por alto. El sistema de combate aún funciona a un nivel básico, con varias clases para elegir y una flexibilidad que permite probar diferentes estrategias, pero se ve lastrado por una dificultad con picos altos, un ritmo lento, e inconveniencias como que los personajes pierdan su turno si el enemigo al que iban a atacar es derrotado antes por otro compañero. Estas asperezas se juntan con una interfaz anticuada y convierten a Final Fantasy en un juego con encanto (la música en particular eleva la experiencia), pero desfasado. Aunque sea una buena lección de historia, a menos que te guste mucho la materia puedes acabar mirando el reloj para ver cuánto falta para el recreo. Con vistas a disfrutar en la actualidad, habría sido preferible optar directamente por Final Fantasy III. O Dragon Quest IV.

21. Pac-Man

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¿Qué hace falta decir sobre este clasicazo de Namco? Seguro que ya lo conoces e incluso lo has probado, así que nos podemos saltar la parte sobre el disco amarillo comiendo puntos en un laberinto mientras huye de fantasmas. El “Comecocos” es y siempre será la quintaesencia de los videojuegos, o al menos una de ellas. Por norma no es un nombre particularmente asociado a NES, ya que tuvo su origen y auge en recreativas para luego saltar a toda clase plataformas. Pero tampoco le vamos a hacer ascos por ello, puesto que nunca sobra tener una versión a mano. Esta no es quizá la mejor, ni ofrezca todas las posibilidades de algunas secuelas que salieron después, pero transmite con suficiente solvencia el espíritu de Pac-Man: sencillo y potencialmente adictivo. A estas alturas es un título muy básico, sí, pero al igual que otras obras atemporales que definen el concepto mismo de videojuego (como Super Mario Bros., Tetris o DOOM), eso no consigue quitarle mérito. Cuando tienes un concepto único y lo ejecutas bien, las florituras no se hacen tan necesarias. Por supuesto, si la propuesta no va contigo, lo has quemado a lo largo de los años, o tienes alguna versión mejor (como Ms. Pac-Man), revivirlo aquí dista de ser uno de los reclamos de NES Mini. Pero es Pac-Man. Es historia viva de la cultura videojueguil, y todavía conserva su capacidad para invitarnos a otra partida.

20. Zelda II: The Adventure of Link

Aunque las entregas originales de Castlevania y Zelda no podían ser más diferentes (una era un título de acción directa con scroll lateral, otra una aventura con resolución de puzles desde una vista superior), la experimentación de Konami y Nintendo les hizo llevar sus secuelas a un inesperado punto de encuentro. The Adventure of Link no sólo adoptó una perspectiva lateral, sino que también añadió subidas de nivel y aldeas en las que NPCs dan pistas crípticas. A pesar de ser un gran desvío en la fórmula y, al igual que en el caso de Simon's Quest, costarle la etiqueta de oveja negra de la saga, su reputación a veces ignora que algunas de sus ideas logran cierto éxito: los pueblos vinieron para quedarse; el mapamundi de vista superior, aunque simplón a nivel visual, sirve para tener una buena referencia de donde están unos puntos clave respecto a otros; y el combate introduce movimientos como el espadazo a dos alturas o el ataque con salto, que lo vuelven un poco más interesante (el reciente Shovel Knight tomó nota de ello). Pero por algún motivo, luego decide auto-boicotearse con un atroz sistema de vidas que en vez de mandarnos a la entrada de la mazmorra al llegar a cero, decide que es mejor dejarnos literalmente en el inicio del juego. Los progresos (niveles, ítems, llaves) se conservan, pero las caminatas de vuelta al punto en el que estábamos arruinan por completo su ritmo. Por suerte, la presencia de “save states” en NES Mini permite mitigar esto, así que si bien The Adventure of Link no queda libre de complicaciones, sí se puede considerar una opción recomendable para los fans de las aventuras 8-biteras.

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19. Donkey Kong

Otro capítulo fundamental de la historia del mundillo. Este arcade fue a la vez el primer gran pelotazo de Nintendo en la industria del videojuego, el primer juego diseñado por Shigeru Miyamoto, y la primera aparición de iconos como el propio Donkey Kong y Mario (aunque el fontanero por aquel entonces no recibía ese nombre... ni era fontanero). Como ocurría con Mario Bros., son motivos de peso para que forme parte de la colección, pero en su caso también hay un argumento para hacer a favor del juego incluso si nos desprendemos del impacto cultural. Incluso para los primerizos debería ser fácil vislumbrar las claves que lo convirtieron en una de las recreativas más populares de todos los tiempos: su concepto es sumamente fácil de entender (ábrete paso hacia la parte superior para rescatar a la dama en apuros); el control funciona sin apenas problemas una vez nos adecuamos a él (y a las penalizaciones por saltar más de lo permitido);  y las pantallas escalan de forma gradual con grandes diferencias de diseño entre ellas. Por desgracia, aunque al igual que con Pac-Man no sobra tener una versión a mano, esta no es precisamente la mejor disponible, ya que carece de una de las cuatro pantallas del original (sí presente en la versión modificada que lanzó Nintendo hace poco en la consola virtual). Esto mina la experiencia para los más habilidosos, ya que la obtención de grandes puntuaciones obliga a rejugarlas una y otra vez en bucle, y perderse el 25% del contenido así por las buenas reduce su atractivo. Pero al menos lo que está funciona, y sigue siendo una parada recomendada para cualquier fan de los videojuegos.

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18. Tecmo Bowl

Si hablamos de variedad, todos sabemos que una colección de juegos nunca estaría completa sin al menos un título deportivo, y el popular simulador de fútbol americano de Tecmo es una opción razonable para cubrir ese hueco (junto a Punch-Out!!, clásico a medio camino entre deporte y lucha del que también hablaremos en un momento). Los años no han pasado en balde, pero el control responde, hay un buen abanico de jugadas disponibles, los gráficos tienen el suficiente nivel de detalle para que no nos perdamos en medio de la acción, y la puesta en escena para representar descansos o touchdowns resulta entrañable. El problema aquí, y es uno importante, no surge tanto del juego como de la elección del deporte. Tecmo Bowl es la opción ideal para los seguidores del fútbol americano, pero en Europa dista de ser una tradición tan arraigada. Si NES Mini hubiese hecho distinción entre ambas regiones (como ocurre en Japón con Famicon Mini), Nintendo World Cup seguramente habría sido una opción más apropiada para la edición europea. Pero en cualquier caso, esto tampoco anula las cualidades de Tecmo Bowl, que sigue siendo un arcade muy divertido (sobre todo en multijugador) si se tienen unas nociones básicas del deporte que emula.

17. StarTropics

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Tras el éxito del primer Zelda era inevitable que surgiesen imitadores, así que la propia Nintendo se animó a dar un paso adelante y demostrar que no había nada de malo en ello. StarTropics es una revisión del concepto, que mantiene la división entre un mundo para explorar y mazmorras con enemigos, puzles e ítems, pero introduce elementos que buscaban “occidentalizar” la temática para atraer al público de referentes ochenteros como Indiana Jones o Los Goonies. El protagonista es un adolescente llamado Mike Jones, que acude a una isla tropical para visitar a su tío arqueólogo y se acaba viendo envuelto en una aventura con alienígenas, animales parlantes y mucho humor. En el plano jugable, StarTropics se consigue diferenciar de Zelda gracias a la introducción de una mecánica de salto entre casillas, que sirve tanto para desplazarse como para activar interruptores o resolver puzles. El problema es que este movimiento tan cuadriculado también se traslada a los suelos normales, donde el juego registra el cambio de dirección y el avance como dos acciones diferentes. En otras palabras: si Mike está mirando hacia arriba y quieres ir hacia la derecha, debes pulsar dos veces la cruz de control antes de empezar a moverte. Para los puzles no es un gran inconveniente, pero a medida que aparecen enemigos más rápidos sí termina por perjudicar el combate. Como alumno de Zelda no alcanza el nivel del maestro, pero tiene su ración de buenos momentos y es una adición más que decente al catálogo de NES Mini.

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16. Gradius

Como tantos otros “matamarcianos” de los ochenta, Gradius nació en recreativas para tiempo después dar el salto a NES en una adaptación decente. Junto al también popular R-Type, el juego de Konami fue en su día uno de los principales exponentes de los shoot 'em ups de scroll horizontal, y todavía es fácil entender por qué a poco que miremos más allá de su discreto apartado visual. Además de un buen control y un diseño de encuentros competente para la época, lo que hace destacar a Gradius es su sistema de power-ups: algunos enemigos sueltan objetos al ser destruidos, pero en lugar de estar asociados a mejoras específicas, son ítems genéricos que desplazan de izquierda a derecha un selector en la parte inferior de la pantalla. De este modo, queda en nuestra mano decidir si lo “canjeamos” ya por la mejora iluminada en ese momento (que puede ir desde misiles hasta un escudo protector) o seguimos recolectando para optar a otra posterior. Es la clase de estrategia que, sin añadir demasiada profundidad a un título por definición ligero (pero exigente), abre la puerta a diferentes tipos de estilo de juego e invita a ser revisitado más allá de su valor retro. De hecho, seguro que los fans del género le pueden sacar más rendimiento que a muchos de los grandes nombres de la lista.

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15. Kid Icarus

Kid Icarus es de esos juegos que no frustran por ser malos, sino porque podrían haber sido mucho mejores con algunos ajustes. Aquí Nintendo hizo lo difícil: eligió una ambientación que destacase entre el resto de su catálogo (la mitología griega); creó una aventura que representase la ascensión literal y metafórica de su personaje (del inframundo al cielo, y de niño a adulto); mezcló conceptos de valía contrastada (acción, plataformeo, aventura, scroll vertical, scroll lateral...); y lo empaquetó todo con un apartado audiovisual competente. Sin embargo, lo que podría haber sido un pelotazo 8-bitero se da de bruces contra un claro desfase en la curva de dificultad. Kid Icarus es un juego que sorprende con un arranque duro, pero no porque busque el reto de un Ninja Gaiden o un Ghosts 'n Goblins, sino porque la progresión está mal equilibrada. La minúscula barra de vida permite pocos fallos, y el scroll vertical crea precipicios bajo nuestros pies que nos mandan al inicio del nivel al menor error de cálculo. El jugador que persista y supere esa barrera puede terminar encontrando un título ingenioso y variado, que se vuelve cada vez más agradable gracias a mejoras y niveles que castigan menos los pequeños deslices. Pero aunque como símbolo de esa ascensión empezar por lo más difícil pueda sonar poético, desde un punto de vista jugable es, como poco, cuestionable.

14. Bubble Bobble

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Como todo buen arcade, materia sobre la que Taito sabe un rato, Bubble Bobble parte de una premisa simple: manejando a un dragón debemos atrapar a nuestros enemigos en burbujas y saltar sobre ellos para convertirlos en comida que luego podemos zampar antes de pasar al siguiente nivel. Cuesta no pensar en Balloon Fight mientras damos grandes saltos (casi parecemos flotar) y tratamos de alcanzar a nuestros rivales con movimientos que también eviten que nos hagan daño ellos, pero a medida que avanzamos, Bubble Bobble se convierte en un juego más interesante que el de Nintendo. Las fases, aun limitándose a pantallas estáticas, ofrecen diseños más variados, a veces bastante complejos, donde aparte de usar nuestra habilidad con el mando y los power-ups, se requieren ciertas dotes de observación: entender cómo usar a nuestro favor las mecánicas de atravesar plataformas y teletransportarnos entre los extremos opuestos de la pantalla es vital para que el tiempo no se nos eche encima y el temible Baron von Blubba (un enemigo invencible) venga a por nosotros. Superar sus 100 niveles es una odisea que se disfruta mejor en compañía, puesto que incluye un modo cooperativo que de paso sirve para desbloquear el verdadero final del juego.

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13. Double Dragon II: The Revenge

Siendo uno de los beat 'em up más influyentes de los primeros años del género, Double Dragon debía tener algún representante en NES Mini. Quizá la primera entrega sea más popular debido al impacto que siempre provoca llegar antes, pero si sólo podíamos recibir una parte de la trilogía de la extinta Technōs Japan, ha sido buena decisión optar por The Revenge: por un lado, ofrece el cooperativo ausente en el primer juego (llamativo dado que era uno de los principales reclamos de la recreativa original); y por otro, su curva de dificultad está mejor calibrada para jugar en solitario que la de The Sacred Stones (tercera y última entrega de NES). El ocasional plataformeo puede darnos algunos disgustos, ya que el salto se realiza pulsando A y B al mismo tiempo (por separado sirven para golpear hacia la derecha y la izquierda respectivamente). Y su sistema de combate peca de simplón para los paladares actuales, sobre todo con lo que ha dado de sí el género a lo largo de los años. Pero en gran medida es capaz de maquillar esto con un diseño resultón y una alocada sucesión de localizaciones. Aunque corto, Double Dragon II es de los juegos más variados de la lista, y tan pronto nos tiene peleando sobre rascacielos, como en el interior de un helicóptero, en un bosque o sobre una excavadora en marcha. Sencilla pero delirante, todavía es una aventura recomendable, sobre todo si podemos recorrerla con otro jugador al lado.

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12. Super Mario Bros. 2

Miembro del grupo de secuelas extrañas junto a The Adventure of Link y Simon's Quest, Super Mario Bros. 2 al menos tiene una buena justificación para diferenciarse del original: no fue creado con la intención de que desempeñara esa labor, sino que se trata de una versión modificada de Doki Doki Panic, otro plataformas de Nintendo que originalmente iba a ser independiente. Es una de las historias absurdas más conocidas de la saga, aunque no por ello deja de ser llamativa después de todos estos años. La parte positiva, al igual que en el caso de Zelda y Castlevania, es que si bien el resultado no convenció a todo el mundo, por el camino ha dejado algunas buenas ideas que de otro modo quizá no habríamos visto. El agarre y lanzamiento de objetos abren nuevas posibilidades (como el uso de bombas para romper bloques), y la presencia de cuatro personajes diferenciados a nivel jugable y no sólo estético hace que tanto el multijugador como los rejugados sean algo más interesantes (idea que ha retomado hace poco Super Mario 3D World). También es cierto que cambios como proponer un avance con más énfasis en explorar el entorno, o la desaparición de esa satisfacción que provoca aplastar a nuestros enemigos de un simple salto le hacen perder parte de la energía que tienen Bros. 1 y 3. Pero eso no impide que Bros. 2 también sea un plataformas interesante por su cuenta, digno de formar parte de la colección y revisitar cada vez que nos apetezca lanzar nabos a las caras de otros.

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11. Dr. Mario

A falta de Tetris, Dr. Mario es el representante oficial del género puzle en NES Mini. Y no es una mala representación, dicho sea de paso. Quizá no suple del todo la ausencia, ya que su jugabilidad es menos compulsiva y, por extensión, adictiva. Por algo Tetris sigue siendo el rey tantos años después de su estreno. Pero Dr. Mario ofrece un giro interesante y reflexivo a la fórmula, donde el objetivo no es vaciar línea a línea el espacio de juego, sino eliminar una serie de virus encajándolos como parte de cadenas con al menos cuatro piezas (cápsulas u otros virus) de su mismo color. Como era de esperar, las cosas empiezan simples, pero a medida que superamos niveles la cantidad de virus y la velocidad de caída de las cápsulas aumenta de forma gradual, hasta alcanzar el punto en el que el jugador difícilmente puede gestionar el caos que se forma en pantalla. Como buen puzle, el tiempo no hecho mella en él y sigue siendo una de las mejores propuestas de la colección para sesiones cortas, en las que tratar de mejorarse a uno mismo. O, en caso de tener compañía, picarse en el modo competitivo para librar a nuestra botella de virus antes que el otro jugador.

10. Castlevania

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En un tiempo anterior a Ninja Gaiden, Mega Man y Contra, Konami irrumpió en el panorama de la acción 8-bitera con Castlevania. Aunque comparte similitudes con Ghosts 'n Goblins, la saga no se originó en recreativas, sino que ya fue creada con una consola en mente, lo que se traduce en un reto mejor ajustado al no necesitar que los jugadores echen monedas para seguir jugando. La aventura en la que Simon Belmont debe ascender por el enorme castillo de Drácula tiene una curva de dificultad más suave, con unos sencillos primeros niveles en los que acomodarse al juego antes de que suba el listón de exigencia. Por supuesto, esto es NES, y Castlevania es un juego diseñado en 1986, así que al avanzar todavía podemos vernos en serios aprietos. La maniobrabilidad de Simon en el aire es tan limitada como la de Arthur, y la animación de retroceso cuando nos alcanza un enemigo nos lanza al vacío con más frecuencia de la que vemos bajar la barra de vida. No es un juego exento de frustraciones y detalles a medio pulir, como el tosco sistema de subida por escaleras. Por eso es una lástima que la colección se haya quedado sin Dracula's Curse, tercera entrega que mejora y amplia sobre su misma base. Pero a pesar de ello, el Castlevania original sigue siendo una experiencia digna de ser revisitada gracias a su ambientación, su variedad de niveles y esa satisfacción tan visceral que produce destrozar monstruos a golpe de látigo.

9. Kirby's Adventure

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Uno de los problemas más recurrentes cuando toca enfrentarse a juegos de hace varias generaciones reside en la dificultad, que a menudo oscila entre lo desafiante y lo sencillamente absurdo. Por suerte, si todo lo demás falla, al menos podemos contar con Kirby. Creado por HAL Laboratory, y más concretamente por Masahiro Sakurai (ahora popular por su trabajo en Super Smash Bros.), Kirby's Adventure es el rincón al que debemos acudir para bajar el nivel de estrés. Lanzando tarde en el ciclo vital de NES, el juego usa a fondo su paleta de colores para crear escenarios llenos de vida, y nos suelta en ellos para que trasteemos con esta adorable bola rosa sin presiones. El plataformeo se suaviza gracias a la posibilidad de inflarse como un globo y flotar, aunque más trascendental es su icónica capacidad de engullir a los enemigos para adquirir sus habilidades, que pueden ir desde usar un martillo a disparar rayos láser, pasando por una rueda que avanza a gran velocidad. Al igual que Super Mario Bros. 2, Kirby's Adventure carece del ritmo de otros plataformas destacados de la época, pero es una propuesta que se agradece por añadir variedad y buen rollo. Su jugabilidad no es tan desafiante y, por tanto, llegar al final tampoco es tan satisfactorio. Pero la amplia gama de movimientos y los secretos que revela si sabemos usarlos de la forma indicada lo convierten en una delicia para los que disfruten más tomándose su tiempo que corriendo hacia la meta.

8. Punch-Out!! Featuring Mr. Dream

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Aunque Street Fighter II cambió para siempre el género de la lucha, antes de su estreno ya pudimos ver algunas propuestas interesantes, si bien arcaicas. La propia Nintendo probó suerte con Urban Champion, título que por suerte no ha elegido para la selección porque dista de ser uno de sus mejores esfuerzos en NES. Este juego, en cambio, es otra historia. Apadrinado por Mike Tyson (aunque esta es una versión posterior en la que Nintendo no renovó el contrato, de ahí el cambio a Mr. Dream), Punch-Out!! es uno de los mejores juegos de lucha de su época precisamente porque no es un juego de lucha, al menos en el sentido tradicional: no recurre a una perspectiva lateral ni dispone de multijugador para enfrentar a dos amigos. Su genialidad reside en ponernos en los guantes de Little Mac, un boxeador cómicamente pequeño que encara desde la parte inferior de la pantalla a una sucesión de rivales cada vez más grandes y temibles. Gracias a una serie de mecánicas que trabajan en equipo, como el medidor de fatiga y los parpadeos de aviso en los adversarios, el juego imita con ingenio el deporte en el que se inspira: la clave no es lanzar puñetazos hacia delante, sino pararse a estudiar el contrincante, aprender sus rutinas, y aprovechar las oportunidades adecuadas para atacar. El hecho de que su secuela más reciente (el Punch-Out!! de Wii) mantenga sus fundamentos jugables casi intactos es la mejor demostración de que los años no han invalidado su propuesta.

7. Super C

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Si Kirby's Adventure era el juego al que acudir para buscar un poco de relax, aquí estamos justo ante el caso contrario. Aunque es posible que algunos lo hayáis jugado bajo el nombre de Probotector II: Return of the Evil Forces debido a las alteraciones hechas por Konami en Europa, Super C es la adaptación original de Super Contra a NES. En su condición de secuela de Contra, uno de los juegos de acción más celebrados de la época, parte de su misma base sin hacer grandes cambios a la fórmula. Como en el caso de Double Dragon, el original resulta más emblemático por llegar antes y desempeñar bien su papel, pero para llenar su hueco en la colección Super C también es un shooter muy sólido. Alterna entre scroll lateral y vertical según la fase (su mayor novedad), y el control responde con precisión, aunque el nivel de exigencia es alto y deja pocos momentos para respirar mientras esquivamos enemigos y proyectiles. Es una experiencia intensa que brilla más con otro jugador al lado, ya que la elevada dificultad ensalza la cooperación. En solitario es bastante más complicado avanzar, pero sigue mereciendo unos cuantos intentos para comprobar si somos capaces de dominarlo y sumergirnos en uno de los frenéticos “run and gun” que ayudaron a poner los cimientos de otros clásicos posteriores como Metal Slug o Gunstar Heroes.

6. Metroid

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Seguro que sobran las presentaciones sobre Samus Aran, cazarrecompensas galáctica con tres décadas de experiencia persiguiendo piratas espaciales. No sólo dio el pistoletazo de salida a una de las mejores sagas de Nintendo, si no que puso las bases de un subgénero acuñado como metroidvania.  La aventura original, aun presentada en un embase bastante más humilde que el de Super Metroid o Metroid Prime, no ha perdido la capacidad para transportarnos a otro planeta. Los extraños elementos arquitectónicos, la fauna alienígena y la música siguen creando una atmósfera que brilla con luz propia en el catálogo de NES. Aunque la visita a Zebes es obligada sobre todo por su intrincado diseño, que permite combinar la acción y el plataformeo típicos del scroll lateral con un grado de exploración normalmente relegado a juegos de vista superior como Zelda. Las mejoras que aumentan el repertorio de Samus no sólo facilitan el combate, también actúan como llaves para abrir cada vez más rincones del planeta sin recurrir a scripts o secuencias. Zebes es un puzle en sí mismo que resolvemos con paciencia y habilidad, lo que nos lleva a los dos puntos que quizá no funcionen tan bien ahora: la ausencia de mapa (en su día tenía gracia hacer uno a mano, ahora al menos se puede descargar de internet para ahorrar tiempo) y la poco ajustada relación entre la vida que perdemos y la que recuperamos al derrotar enemigos, que le lleva a padecer un poco del síndrome Kid Icarus y ser algo duro hasta que no acumulamos varios tanques de energía. Pero si somos capaces de superar ambos escollos, todavía ofrece una de esas aventuras que definen sagas e incluso géneros.

5. The Legend of Zelda

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La aventura por antonomasia. A pocos meses del estreno de la nueva entrega, Breath of the Wild, resulta apropiado recordar que precisamente uno de sus objetivos es recuperar parte del espíritu del Zelda original. Aunque la saga ha dado varias obras maestras a lo largo de los años, hay algo en este juego que todavía no se ha vuelto a replicar: su sensación de mundo abierto que no te limita más de lo estrictamente necesario. Aquí no hay tutoriales, ni compañeros que te interrumpan, ni miguitas de pan que te guíen hacia el siguiente destino. Las mazmorras están nombradas con un número, pero podemos acceder a la mayoría desde el principio sin saber cuál es cada una hasta que ya estamos dentro. Es una estructura (o falta de, según se mire) que resulta tan refrescante ahora como en su estreno justo porque no se ha establecido como la norma ni en su propia saga. Claro que esta libertad también actúa como arma de doble filo, puesto que el juego no es precisamente fácil, y avanzar de forma salteada puede crear problemas hasta que no estemos familiarizados con los entresijos de esta recreación de Hyrule. Libertad aparte, la fórmula es justo la que ha definido a Zelda todos estos años: división clara entre mundo y mazmorras, con uso de ítems, llaves y algo de inteligencia propia para resolver las segundas. Al volver ahora se puede echar de menos la complejidad post-A Link to the Past, así como el movimiento en ocho direcciones para combatir con mayor comodidad, pero sigue ejecutando los conceptos básicos bastante bien y es perfectamente disfrutable si lo afrontamos con ganas de superar un reto.

4. Ninja Gaiden

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Como ocurría con Super C, es probable que algunos recuerden a Ninja Gaiden por su versión europea, Shadow Warriors, aunque la saga de Tecmo tuvo una segunda juventud de mano de Tomonobu Itagaki y ahora cuesta asociarla a otro nombre que no sea el americano. Pero mucho antes de eso, la trilogía de NES ya había convertido a Ryu Hayabusa en una leyenda gracias a su genial puesta en escena y su energía. Es una pena que la colección se limite a la primera entrega, ya que el nivel se mantuvo y habría estado bien contar también con la segunda. Pero por suerte Ninja Gaiden ya empezó en un punto más alto que Castlevania. Y conste que la alusión a la saga de Konami no es gratuita, pues los paralelismos son difíciles de ignorar: aunque Simon tiene su látigo y Ryu sus saltos de pared en pared como buen ninja, en ambos rompemos objetos del escenario para coger armas secundarias y power-ups, y en ambos el mayor peligro no es tanto vaciar la vida como precipitarnos al vacío después de que un enemigo active la dichosa animación de retroceso. A pesar de esto, Ninja Gaiden se las arregla para ser más desafiante y a la vez menos frustrante. El manejo de Ryu es mucho más rápido y preciso, así que si a base de práctica somos capaces de entrar en el “flow” del juego, nos sorprendemos a nosotros mismos corriendo y haciendo virguerías por niveles que antes nos abrumaban. El pico que alcanza al final es algo más desproporcionado, pero hasta ahí Ninja Gaiden sigue siendo una de las mejores muestras de lo que se podía conseguir hace tres décadas en el terreno de la acción.

3. Super Mario Bros.

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Aunque muchos de los juegos de esta lista se definen como clásicos y han dejado su huella en el mundillo, hay una cualidad hasta cierto punto abstracta que separa a este de todos los demás. Cuanto nos sentamos a hablar de cualquier otro en profundidad, una partida para refrescar la memoria hace maravillas. Pero seguro que todo aquel que haya dedicado un mínimo de tiempo a Super Mario Bros. en el pasado no necesita volver a él para tararear al instante su tema musical. O para señalar dónde está el primer bloque invisible con una vida extra. O para sentir la sensación de superioridad y frenetismo que produce coger una estrella de invencibilidad. O para saber dónde hay que salirse del escenario para alcanzar la salida secreta que nos lleva de la fase 1-2 al mundo 4. O para recrear en su mente la diferencia exacta de la inercia que se crea al saltar corriendo frente a la de saltar andando. Incluso aunque ignoremos su importancia histórica a la hora de impulsar hacia delante el género y un mercado consolero en plena crisis, Super Mario Bros. sigue siendo una de las mejores muestras de cómo plasmar a la perfección los principios más elementales consigue que tu juego siga siendo divertido aunque detrás de él vengan docenas con más variedad de mecánicas, contenido o lo que sea. Por eso no sólo ha dejado su huella en la industria, sino en cada uno de los jugadores que se han interesado por él. Es plataformeo 101, la lección más básica y a la vez la más importante. Merecía la pena hace treinta años, la merece hoy, y la seguirá mereciendo dentro de otros treinta si aún estamos por aquí para jugarlo.

2. Mega Man 2

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Tratándose de una de las series más prolíficas y queridas de la época, hay varias entregas de la saga Mega Man que podrían haberse ganado el derecho a entrar en la selección de NES Mini. En cualquier caso, la elección de Mega Man 2 es irreprochable, ya que además de ser posiblemente la más popular de todas, encapsula a la perfección lo que tiene para ofrecer la saga de Capcom. El punto de partida es el mismo que en el juego original, pero esta secuela se encargó de aumentar de seis a ocho el número de rivales/fases que podemos elegir en el menú inicial, pulió la respuesta del control, se mostró más creativa con el diseño e incluso tuvo tiempo de subir ligeramente el listón audiovisual. Eso tampoco significa que todo sea maravilloso, ya que la gestión de las habilidades que conseguimos al derrotar a los jefes se beneficiaría de algunos ajustes, y la dificultad en ciertos puntos puede enervar hasta a los veteranos. Pero Mega Man 2 sortea con cierta maña esto al proponer un desarrollo abierto, que permite saltar de un nivel a otro si vemos que hemos dado contra un muro y queremos avanzar en otra dirección antes de volver. De este modo aúna la intensidad de los mejores juegos de acción con una libertad más típica de las aventuras (al menos mientras no llega la última sucesión de niveles, presentados en un orden estricto). Al margen de si uno prefiere Mega Man 3 u otra de las demás secuelas que también aprovecharon sus mejoras, aquí estamos ante una de las principales culminaciones de esta clase de juego. No ya en NES, sino en términos más generales.

1. Super Mario Bros. 3

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Aunque el primer puesto suele ser el más morboso y polémico, seguro que la mayoría habéis adivinado la elección antes de entrar siquiera. Aunque como todo en la lista está abierto a debate, la hegemonía de Super Mario Bros. 3 en el catálogo de NES es algo que pocas veces hemos visto en otras plataformas. Aun saliendo en su misma consola, casi ridiculiza a una leyenda como el Super Mario Bros. original en cantidad, variedad y refinamiento de contenido. No sólo es más grande y mejor, eleva la fórmula a otro nivel, que en cierto modo es el mismo en el que sigue la saga tres décadas después. Super Mario World o las series Land y New han construido sobre su base, añadiendo unas cosas y quitando otras, pero no hemos vuelto a experimentar un salto cualitativo como este dentro de la vertiente 2D de la saga. En un contexto más global, menos centrado en Mario, el juego no cuenta con la complejidad o ambientación de otros títulos, pero sí alcanza un grado de exquisitez ante el que aún hoy hay que quitarse el sombrero. Por cómo el control sigue funcionando a la perfección. Por cómo salta de mundo en mundo sin que se le acaben las ideas. Por cómo rompe la rutina de las fases con minijuegos. Por cómo empieza accesible para luego sacar las garras cuando hace falta. Por cómo esconde secretos y atajos que descubrimos tras varias partidas. Por cómo sus melodías saben los acordes que deben tocar para grabarse en nuestra memoria. Por todo eso y mucho más, difícilmente hay mejor candidato para ocupar el número uno.

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