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El Paymium, un patrón típico a seguir

Dungeon Keeper, juego que mancha el nombre de un clásico imborrable para parir un despropósito cuya única meta es la de recaudar dinero mediante las compras integradas, es el último caso sangrante en un mercado móvil destrozado por el modelo freemium. ¿Acabarán igual las consolas tradicionales?

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Tal y como sucedió con los DLC, al principio todo lo referente a los juegos para móviles parecía muy bonito. Títulos muy baratos, y algunos de muy alta calidad. Compañías como Gameloft solían lanzar dos versiones de cada lanzamiento: la gratuita, como una especie de demo de inicio, y otra ya de pago, con la versión completa. Y claro, resulta que se registraban muchas más descargas en la versión gratuita que en la de pago. Entonces a alguien, inspirándose en los juegos free to play para navegador y en los MMO peceros, se le ocurrió la “genial” idea de incluir opciones de pago en dichas versiones gratuitas. Y sucedió lo inevitable, ya que la caja de Pandora se destapó con una avaricia, una mezquindad y una codicia aún mayores que la que arrastraron los DLC en su día. El mercado de los juegos para móviles ha quedado destrozado. Pero solo a ojos del usuario tradicional, ya que las compañías amasan millones llevando a cabo con total descaro estafas como la que mencioné en una columna anterior.

Se calcula que en la actualidad aproximadamente el 92 % de los juegos lanzados en el mercado de teléfonos móviles y tabletas son freemium. El 92 %, que se dice pronto, una cifra que ni de lejos alcanzan otro tipo de aplicaciones. Por supuesto, todos estos juegos tienen compras in app, y la mayoría de ellos enarbolan un afán recaudatorio que hasta al mismísimo Cristóbal Montoro, el nunca suficientemente recordado Ministro de Hacienda español, le parecería excesivo. Dungeon Keeper es el último de una larga lista de juegos cuya experiencia queda destrozada por las abusivas compras in app. Uno de los casos más sonados y claros de estas reconversiones de compañías de videojuegos a delegaciones de Hacienda ha sido el de Rovio. Los populares creadores de Angry Birds se hicieron de oro, platino e iridio con dicho juego, cuyo secreto, además de la sencillez de un planteamiento que todo el mundo entendía a la primera, residía en los 0’89 euros que costaba. 0’89 euros por juego descargado, y aun así la compañía acabó nadando en billetes, por no mencionar el posterior y descomunal merchandising que ha generado la franquicia. Sin embargo, ello no ha sido suficiente para Rovio, y los creadores de los pájaros cabreados no han dudado en convertir Angry Birds Go, un título que estaba llamado a ser el Mario Kart del mercado móvil, en un despropósito en el que se nos pide pagar hasta por girar el kart a la derecha.

Pero ojo, que esto solo acaba de empezar. Este virus ya ha saltado al mercado de consolas tradicionales, y está infectándolo todo. Bravely Default, Grand Theft Auto V, Gran Turismo 6, Forza Motorsport 5… La lista de juegos con compras integradas es cada vez más larga. Y bajo el punto de vista de quien esto suscribe, lo más lamentable es que las compañías tengan la desvergüenza de incluir dichas compras en juegos que ni siquiera son gratuitos en un principio, ya que llegan a costar hasta 70 euros de nada. Pero claro, no es de extrañar, la industria ya perdió la vergüenza con los DLC, así que aquí ya vale todo. ¿Cómo acabará esto? Si tenemos en cuenta cómo ha evolucionado el asunto en los juegos para móvil (hasta el punto de que las compras integradas abusivas sean consideradas como “patrón típico” por uno de los desarrolladores de Dungeon Keeper), el futuro pinta muy negro en consolas tradicionales. Algunos dirán que las compras integradas son opcionales, pero cada vez son más los títulos que arruinan su jugabilidad a costa de obligarnos a pagar, ya sea haciendo que esperemos periodos absurdos de tiempo, o brindando en el juego online claras ventajas sobre los rivales a los jugadores que estén dispuestos a pagar por ellas. Y, vuelvo a repetir, todo esto teniendo en cuenta que de inicio ya pasamos por caja y pagamos de 40 a 70 euros por el juego.

La industria del videojuego se ha convertido en un monstruo; un monstruo voraz e insaciable que ha engordado hasta que ya casi no puede moverse, y que necesita cada vez más y más dinero de nuestros bolsillos para llenarse el estómago. Pero no hay que olvidar que los que alimentamos a este monstruo somos nosotros, los jugadores. Y no nos engañemos con cuentos de fantasía, ya que por mucho que nos indignemos, seguiremos pagando y engordando al bicho. Ya han pasado 31 largos años desde el último Crack del videojuego, y cada vez es más evidente la necesidad de uno nuevo antes de que sea demasiado tarde. Por lo tanto, a los usuarios que no estamos dispuestos a tolerar semejantes abusos solo nos queda esperar a que el monstruo reviente, se limpien los restos y la industria se reinvente para evolucionar y seguir adelante, lejos de este camino que no conduce a ninguna parte.