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Dyad

Dyad

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Una de las propuestas más sorprendentes del catálogo digital de PS3 llega por fin al viejo continente. Dotado de un aspecto audiovisual único y unas mecánicas simples pero muy atractivas, este juego nos hará entrar en La Zona de los grandes juegos arcade.

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En el mundo del videojuego clásico se habla muchas veces de “La Zona”, especialmente en el contexto de los jugadores dedicados que buscan récords en arcades clásicos como Pac-Man, Donkey Kong, Robotron y otras recreativas archifamosas, aunque en realidad es algo al alcance de cualquiera. La receta es sencilla, un título de mecánicas simples funcionando a la perfección, dificultad creciente y dedicación. Con la suficiente concentración se llega a ese estado de semi-trance en el que puedes moverte y reaccionar de una forma que normalmente no harías y donde el mundo pasa a un segundo plano para dar paso a los colores y la música. En el mundo actual, con esa pasión por el realismo y por llenar el juego de distracciones, no hay muchos títulos aptos para alcanzar este estado, pero todavía llegan representantes digitales que buscan la pureza y usar la tecnología para crear nuevas experiencias sensoriales que nos inviten a ese estado de concentración.

Dyad es uno de esos juegos, un título exclusivo de PS3 y disponible a través de su servicio de venta digital que ha llegado después de una eternidad con respecto a su lanzamiento en USA. Según su su creador, el desarrollador independiente Shawn McGrath, “subestimó” los filtros que pasa un juego de PSN a su llegada a Europa, así que ha tenido que estar varios meses extra trabajando para que esta versión pueda llegar al viejo continente. Pero el caso es que ya está aquí y por fin podemos disfrutar de esta alternativa arcade basada en la habilidad y los reflejos, acompañada de una sorprendente presentación audiovisual que realmente es todo un asalto a los sentidos.

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La premisa es sencilla. Manejando un ¿ser? dotado con tentáculos, navegas por un tubo avanzando automático moviéndote de derecha a izquierda sin limitaciones, pudiendo recorrer toda la circunferencia -algo parecido a Tempest en ese sentido-. En el recorrido hay enemigos de colores distintos, pero no hay que disparar a nadie en el sentido estricto de la palabra. En lugar de eso hay que esquivarlos, y a la vez hay que “enlazarlos” pulsando el botón en el momento adecuado. La idea es que hay que buscar dos enemigos de un mismo color y asociarlos, momento que sirve para conseguir impulso e ir más rápido momentáneamente. Cuantos más parejas consigas asociar, más rápido irás, mientras que chocarte con los enemigos implica una penalización.

No se queda aquí la cosa, ya que a medida que vas avanzando se van introduciendo nuevas mecánicas. Por ejemplo, está el Glaze, que hace que al enlazar a un enemigo, este aparezca con una pequeña línea a los lados; si pasas por esa línea adquieres energía, que una vez acumulada permite usar el Lance, un gran acelerón con el que nuestro “protagonista” no sólo gana un aumento de la velocidad, sino que también le permite destrozar filas de enemigos aprovechando la inercia. Con la práctica adecuada, puedes alternar boost de velocidad normales mediante enlaces con Lances para lograr ir a la máxima velocidad, pero eso requiere gran habilidad para ir ejecutando adecuadamente los Glazes, procura eliminar el máximo número de enemigos con el Lance y tener los suficientes reflejos para no darte de frente contra los enemigos.

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El mejor aspecto de Dyad es su largo recorrido y su infinita rejugabilidad. Las reglas van cambiando de prueba en prueba, introduciendo poco a poco diversos conceptos y mezclándolos poco a poco de una forma en la que resulta siempre sorprendente y ameno. Cuando has aprendido a combinar enlaces y Lances para ganar velocidad y superar una contrarreloj, la siguiente misión cambia y nos pone ante un reto de eliminar 100 enemigos mediante embestidas en menos de un determinado tiempo, lo que obliga a una mentalidad completamente distinta. También se añaden nuevos enemigos que a su vez alteran las condiciones previas del juego. En su modo “campaña” por así decirlo, es un juego muy mutable y con una evolución que resulta atractiva para mantener el interés, coronada además por un “episodio” final memorable que viene a ser una celebración de lo que es el viaje sensorial de este título.

Y es que la definición “viaje sensorial” es algo que casa bien con lo que es Dyad. Es complicado definir los gráficos de este juego, aunque se podría tirar del siempre recurrido “psicodélico” para definir esa imposible mezcla de forma de colores que en cada fase cambia sus patrones. Aún más difícil es explicar las sensaciones de las mecánicas jugables combinadas con el diseño visual, a veces incluso asusta un poco lo fácil que es meterse en el juego y olvidarse de todo. El asalto a los sentidos de Dyad podría tener su equivalencia en Space Giraffe, una de las genialidades de Jeff Minter, pero sería una comparación algo simplista basada en el uso estridente de los colores que no mostraría toda la realidad. Space Giraffe, como buen juego de Llamasoft es, además de caótico, muy estrambótico, con formas raras, insultos que aparecen en pantalla y multitud de elementos aleatorios dispuestos a sorprender al usuario. Dyad por su parte es ordenado y coherente en su psicodelia, que llega realzada por la enorme velocidad que puede llegar a alcanzar.

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El contrapunto lo pone el audio, con un sonido más pausado, melódico aunque totalmente dependiente de la acción al más puro estilo Rez pero con más posibilidades. Por el aspecto audiovisual se podría haber considerado la posibilidad de usar una banda sonora igualmente explosiva, pero en lugar de eso se han usado ritmos más pausados y tranquilos que contrastan con la impresionante sensación de velocidad que se alcanza en algunos momentos. Forma también parte del embrujo de Dyad y resulta incluso más efectivo que el usar melodías más electrizantes. Cosas como el efecto sonoro de chocar con un enemigo y el shock que provoca en todo el aspecto audiovisual denotan una gran intuición por parte de este genial desarrollador independiente.

Además de una "campaña" larga y un "final" apoteósico, Dyad también tiene una rejugabilidad evidente. Para empezar, cada una de las fases tiene un baremo de una, dos y tres estrellas. Se puede avanzar sin alcanzar la máxima puntuación, pero sólo las tres estrellas abre el modo Trofeos, donde el juego tiene sus mayores retos y donde el jugador deberá demostrar un dominio absoluto de las mecánicas -de hecho, se recomienda encarecidamente terminar la campaña normal y sólo después de eso comenzar por los trofeos, ya que intentar el asalto a los Trofeos directamente puede resultar frustrante-. También existe un tercer modo que viene a ser una forma de "remezclar" las fases, pudiendo activar una serie de opciones para jugarlas de modo libre, disfrutando de distintos cambios sensoriales. Puedes activar filtros, hacer que la música vaya en consonancia a la velocidad con la que se desarrolla el juego, activar un modo para recorrer la fase "eternamente" y otras opciones con las que puedes jugar y seguir disfrutando del título de una forma menos competitiva. Pero el principal factor de rejugabilidad está en la acertada idea de que cada vez que completas una fase, el juego te ofrece tu posición en el ranking global, una técnica tan vieja como el videojuego pero que funciona aquí a la perfección, invitándote a pulsar ese botón de reiniciar de inmediato por la promesa de que "a la próxima vez lo haré mejor".

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8.5

Muy Bueno

Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.