Lone Survivor: Director's Cut

Aunque nunca está bien hacerlo, quizá deberíamos empezar por el final, que en Lone Survivor es el principio. Hastiado del mundo, un muchacho decide salir de su cuarto para explorar lo que queda de humanidad después de que una infección diese al traste con las esperanzas de la raza humana. Apenas quedan unos cuantos supervivientes, poco o nada de comida y cero recursos para afrontar un combate cuerpo a cuerpo con las criaturas que ahora, y sin motivo aparente, campan a sus anchas por lo que antes eran joviales calles repletas de vitalidad. Nuestro héroe hace tiempo que dejó de soñar con una escapatoria. Sin recursos para sobrevivir, se limita a escapar de las alucinaciones que provocan el aburrimiento y la falta de alimento, buscando cualquier tipo de sustancia que le ayude a dormir o a rememorar la vida pasada que no volverá.

No, nuestro héroe no sabe utilizar una pistola -aunque no le quedará otro remedio- ni tampoco sería capaz de enfrentarse a las abominables criaturas que otrora fueron -cree pensar- humanos. No es un portento físico ni tampoco un ex-soldado a quien las tropas estatales reclaman por su experiencia de campo. Este muchacho podría ser nuestro vecino, el vendedor de perritos calientes de la acera o nosotros mismos después de una semana de interminable vicio delante de la consola. Su máxima preocupación es evitar la pérdida de la poca cordura que le queda, sin importar cuánto tiempo lleva sufriendo el esperpento en el que se ha convertido su vida. El único tesoro con el que cuenta es su pequeño apartamento, a lo que eventualmente podríamos sumarle la linterna de color rojo que obtuvo de una presencia fantasmagórica. La situación, como podréis comprobar, no invita al optimismo.

Cuando Jasper Byrne ideó esta obra su principal objetivo fue crear un videojuego que combinase el peculiar estilo que ofrece el pixelart con las características de sus obras favoritas como Silent Hill o Resident Evil. No buscaba reinventar la rueda ni cambiar el devenir del survival horror, metas que se escapan a la voluntad de cualquier desarrollador que no cuente con un importante aval económico, sino crear una experiencia única. El éxito en el que se ha visto sumido este Lone Survivor denota que existe una gran número de jugadores que se interesa más por el contenido que por la oferta visual, en tanto que su mecánica de juego es tan simple como variada. De una mano ofrece un estilo visual basado en figuras pixeladas y poco definidas, y de la otra una ambientación opresiva que refleja lo que podemos entender como estado ansioso producido por una situación limítrofe en la psique humana. Nuestro héroe quiere sobrevivir pero, como decíamos anteriormente, parece haber perdido toda esperanza de que esto vaya a suceder.

Tomamos las riendas de la aventura cuando el protagonista comienza a perder la noción del tiempo. Cada vez le resulta más difícil discernir entre el mundo de los sueños -en su caso de las pesadillas- y el real, algo que en parte se produce por la estancia prolongada en su cama, ajeno a todo lo que sucede a su alrededor. No quiere seguir viviendo en esta ciudad ni tener que huír de los monstruos que le rodean, pero no tiene otro remedio que salir de su habitación para buscar algo de comida, otros supervivientes o la inevitable muerte que acecha a la vuelta de la esquina. Es entonces cuando, tras una breve introducción, pasamos a descubrir lo que ofrece realmente la mecánica de Lone Survivor. La acción se representa con una cámara lateral que permite apreciar el cortorno del héroe y la peculiar mascarilla que porta para evitar ser "infectado" por las criaturas ambulantes.

El grado de detalle de los escenarios es limitado, pero sobresaliente. La técnica artística que se emplea recuerda a obras aparecidas en PSP hace unos cuantos años, donde se fundía el estilo de los 16Bits con la capacidad técnica de la portátil. la susodicha resulta muy efectiva a la hora de producir inquietud ante lo que pueda esconder cada nuevo escenario que descubrimos, un hecho que se potencia gracias al magnífico uso de la iluminación, que basándose en contrastes de color crea la sensación de profundidad para ocultarnos de los enemigos. La parte estética es una de las que más preocupaba a su creador en el momento de realizar una adaptación a PlayStation, una tarea para la que anduvo más de ocho meses retocando texturas y modificando el foco de la linterna. El resultado es uno de los más destacables que podemos encontrar en este campo, ya que la falta de definición trasciende lo meramente estético para convertirse en un elemento más de la mecánica.

Silent Survivor

Podemos profundizar en la mecánica, descubrir nuevas formas de enfocar la acción e indagar en distintos apartados que en principio no parecían relevantes. Podemos ir más allá de lo que dictan las apariencias para entender hasta dónde puede llegar un enemigo cuando nos detecta o de qué manera proteger algún objeto valioso. La atmósfera opresiva tiende a ponernos los pelos de punta con situaciones que llevan al límite la mente de nuestro héroe, con desastrosas consecuencias tanto para él como para nosotros. Es frecuente contemplar escenas verdaderamente surrealistas, parte de su pasado, parte de su imaginación, que se activan al tomar una taza de café, así como otras que merman su capacidad para asimilar la realidad que le rodea. De nosotros depende cómo queramos llevar la exploración, en qué detalles queremos centrar la atención del héroe y cuál será su futuro. Disfrutar de las escenas más inexplicables conlleva una pérdida de cordura que será determinante para acceder a un final u otro, por lo que debemos de llevar cuidado.

Los guiños hacia franquicias icónicas del género se aprecian en infinidad de aspectos, pero probablemente el diseño del mapa sea el más evidente. Desde él podemos averiguar qué puertas han quedado bloqueadas y cuáles podemos abrir. Lo normal en esta clase de aventuras es consultarlo con cierta frecuencia para evitar perdernos, pero en este caso esta operación resulta tosca, un tanto molesta o incómoda. Ni el diseño del mapa en sí ni tampoco su uso acaba de encajar con la fluidez que propone el resto de actividades que podemos realizar mientras investigamos una ubicación, con lo cual su uso queda relegado a un segundo plano. Por suerte esta es una de las pocas taras con las que nos topamos en la mecánica, a lo que quizás podríamos sumar la sensación de que la fórmula de juego no abandona el esquema de prueba y error que tanto hemos criticado en otros títulos.

La versión del Director
Lone Survivor apareció en PC a mediados del pasado año. La versión que hoy recibimos es específica de PlayStation y cuenta con algunos detalles que no están disponibles en compatibles. Las novedades de esta edición van más allá de las mejoras técnicas y visuales que hemos comentado a lo largo del análisis, y ce centran en añadir nuevos aspectos en el modo New Game+ que se desbloquea al terminar por primera vez la aventura. Los aficionados acérrimos encontrarán aquí el principal motivo de interés que puede despertar esta edición en caso de contar con la original.

Estas novedades incluyen seis nuevas localizaciones o escenarios, dos finales completamente nuevos (solucionando así el gap argumental que muchos usuarios criticaron de la versión original), nuevos objetos, enemigos y sorpresas diversas que no conviene desvelar en estas líneas. Ahora podemos subir una partida guardada para intercambiarla con la edición de PS3 o PSVita, además de poder hacer uso del cross-play, de la vibración en el Dual Shock o de trofeos, que curiosamente se aconseja desactivar para no mermar la experiencia de juego. Byrne aseguraba durante la presentación del juego que muchas novedades ha sido integradas con sumo cuidado para no estropear la ambientación, y otras simplemente desechadas. La versión de PSVita gana enteros con respecto a la de PS3 por el mero hecho de contar con una resolución que encaja como anillo al dedo a las prestaciones de la portátil, de la que también se extrae el uso de la pantalla táctil para diversas acciones secundarias.