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Los Mercenarios 3: El Regreso de los Héroes de Acción

Más fuertes, más tatuados y más numerosos aún. Vuelven los más rudos, los más duros del género. Vuelve Barney Ross y su equipo de héroes para coger al cine de acción actual ahogado por su totalitarismo CGI y drama de héroes trágicos, y decirle de nuevo cómo se hacían las cosas en los 80, a golpe de frase lapidaria y cargadores vacíos. Vuelven Los Mercenarios con más fuerza, acción y aventuras que nunca.

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Concurso: Ven al cine con nosotros para ver Los Mercenarios 3.

 Barney (Sylvester Stallone), Christmas (Jason Statham) y el resto del Los Mercenarios regresan este próximo 14 de agosto para enfrentarse a Conrad Stonebanks (Mel Gibson), el hombre que fundó los Mercenarios hace años antes de convertirse en un despiadado traficante de armas. Les acompañarán en esta nueva misión Antonio Banderas, Jet  Li, Wesley Snipes, Dolph Lundgren, Harrison Ford y Arnold Schwarzenegger. Y nosotros aprovechamos para repasar no solo la trilogía Expendables que ha traído consigo la forma clásica de hacer cine de acción de antaño, sino para recorrer brevemente lo que fue el género de la acción de los 80, los 90 y las carreras de cada uno de estos mercenarios, auténticos iconos del género. Así que escoged cuchillos, pistolas o el arma que queráis, esto no ha hecho más que empezar:

A C T I O N E R S

USA


Nacidas con Acorralado/First Blood y Límite: 48 Horas, las Action Movies modernas de los años 80 -hijas de las Harry el Sucio y compañía de los 70 y 60- crearon su propio género, con sus reglas, sus tópicos, sus héroes, y durante esa época y las dos siguientes décadas fueron reinventándose para aclimatarse a los gustos cambiantes de las nuevas audiencias. Consolidados con clásicos indiscutibles como Jungla de Cristal, Máximo Riesgo, Arma Letal o Rambo, los llamados ‘actioners’ fueron tan populares que incluso se mezclaron con otros géneros, como la Ciencia Ficción, la Comedia o el Drama en ejemplos como Depredador, Demolition Man, Superdetective en Hollywood, Heat o The Terminator. Desde Acorralado se popularizaron las cintas del héroe USA de la era Reagan por excelencia –es una verdad que el presidente de los Estados Unidos más mediático tras Kennedy pagaba la producción de películas patrióticas- hasta que en Jungla de Cristal se implementó a un héroe más humano, capaz de sangrar pero de sentir el dolor también. Y no olvidamos al nuevo cine asiático liderado por John Woo y sus tiroteos coreografiados como un puro ballet, Ringo Lam o Tsui Hark. 6 años después, en 1994, el género pega su vuelco más importante desde el nacimiento con la portentosa Speed: Máxima Potencia, y las actioners dejan de enclaustrarse y empiezan a definirse por una narrativa, valga la redundancia, más ‘veloz’. Y como ejemplo ahí tenemos la diferencia entre las dos primeras Jungla de Cristal y la tercera.

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El género mantuvo las mismas reglas y dio la bienvenida a nueva sangre como Michael Bay, le pese a quien le pese un director-autor con un estilo rompedor en su momento e inimitable -esa epicidad palpable en La Roca. Pero a mediados-finales de los 90, el CGI mandaba, y los directores resolvían las set-pieces más con ordenador que con cosas rompiéndose de verdad –Air Force One o Armageddon, cintas que define de manera perfecta el cine de evasión, aunque también nos sueltan pesadillas de dos horas como Speed 2: Cruise Control. El ordenador manda en los efectos digitales, pero por suerte el bendito Jerry Bruckheimer -ya sin Don Simpson, baluarte de productores de testosterona por excelencia- nos siguió regalando macho-movies como Con Air, y cineastas personales como el genio John Woo firmaban cosas dignas de su obra como Cara a Cara. No obstante, los inicios del siglo XXI provocaron el siguiente, y de momento definitivo, cambio en las películas de acción modernas. Dos nombres como son primero Jack Bauer y segundo Jason Bourne; dos obras como la serie 24 y las adaptaciones de la saga Bourne traen consigo un héroe de acción tan hiperrealista –dentro del suspenso propio de incredulidad que pide el género- como las escenas de acción que protagoniza. Las peleas ya no son un coloso griego o un graciosete soltando frases lapidarias contra enemigos sobreactuados, sino de una violencia quirúrgica veraz, eliminar al enemigo sin perder tiempo e ir a por el siguiente. No hay regodeo, sino que se mata y punto.

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Los héroes de acción de los años 80-90 de repente ya no tienen cabida en un mundo cambiante, cada vez más aséptico, menos inocente y más exigente –ni siquiera las Nikita o Leon europeos. Las locuras de las action-movies de antes ya no son creíbles, por más que tuviésemos ejemplos aislados como la imprescindible e hiperbolizada  Dos Policías Rebeldes II o la artesanal The Punisher/El Castigador. Pero por suerte, cuando algunos action-man ya habían aceptado el lema de “adaptarse o extinguirse” –Bruce Willis en el choque Old Gen-Next Gen que fue La Jungla 4.0- y otros estaban demasiado ocupados dirigiendo Estados, uno de ellos, el primero que lo inició todo, no se rindió. Y después de cerrar sus dos personajes más recordados, Rocky y Rambo, con dos cintas encomiables –esa vuelta a casa al fin de John Rambo es uno de los instantes más emotivos del género-, Sylvester Stallone decidió que ya era hora de darles a las pelis de acción actuales una dosis de puro clasicismo.

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Recabando para sí unos cánones extintos, Sly creó a Barney Ross y a su grupo de héroes en Los Mercenarios, con actores actuales como Jason Statham –de los más parecidos a los clásicos como sus Transporter demuestran-, y viejas glorias como él mismo y sus rivales, Bruce Willis, Arnold ‘Governator’ Schwarzenegger, para traer de vuelta de una vez un tipo de actioners que con tanto hiperrealismo actual, tantos héroes sin carisma –ser guapo no es tener carisma, Hollywood, y menos los panolis de ahora de la generación tablet/Wikipedica-, y tanto totalitarismo digital de set-pieces climáticas extremas, necesitábamos de vuelta. The Expendables llegaron en 2010 pidiendo su hueco, y en 2012 coronaron el género con una de las cintas de acción definitivas del género. Estamos en 2014, ahogados de superhéroes digitales, y queremos acción, violencia, frases lapidarias, explosiones de verdad y… Heroes de verdad. Como los Mercenarios de Barney Ross, que en un par de semanas volverán más numerosos que nunca.

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EXPENDABLESASSEMBLED

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Pero antes de entrar en materia y repasar lo que Ross y Cia han dado y darán de sí, hemos de recorrer someramente los caminos que algunos de esos Expendables han recorrido, y que en suma suponen el pináculo del género.  Y por descontado empezamos con Sylvester Stallone, el mayor héroe de acción si no existiese un tal Arnold. Tras unos inicios a medio camino entre la serie más B posible con Roger Corman, a la par que prestigiosa con su Oscar por el icono de toda una nación y símbolo que fue Rocky, Sly aceptó un papel en un sleeper que parecía un Deliverance de Boorman con esteroides: Acorralado no solo fue un éxito, sino que fue una pionera. El cine de acción moderno comenzó a asentarse. Y Stallone fue uno de sus máximos impulsores con Rambo, con Cobra, Tango & Cash, Demolition Man, la vertiginosa Máximo Riesgo… Hasta que el declive empezó con la tediosa El Especialista, la entretenida Asesinos –ese Antonio Banderas sobreactuado al límite-, la campy pero visual y sonoramente estupenda Juez Dredd y la recomendable Pánico en el Tunel. A partir de ahí lo siguió intentando tras el portazo injusto que Hollywood le dio por atreverse a hacer Copland y ganarse a los críticos. Cerró Rocky con el beneplácito de la crítica; cerró Rambo de la mejor manera posible, y entonces nació Barney Ross. 

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Pero, curiosamente y dado lo patrióticos que son en el país del Tio Sam, el siguiente de los 4 iconos absolutos de los actioners no nació en los USA, sino que vino de la lejana Austria con su cuerpazo inimitable de Mister Olympia. Y tras dar sus primeros pasos de héroe serio –cosas como Hércules en Nueva York no cuentan, aunque Stay Hungry le valió un Golden Globe- en la magistral Conan El Bárbaro, Arnold Schwarzenegger empezó a cultivar una imagen que nadie podía copiar –ni Stallone le igualaba el físico- del héroe de acción definitivo. En The Terminator su amigo James Cameron le convenció para hacer de malo, pero a partir de ahí todos fueron papeles de héroe: Commando, la portentosa Depredador –menudo tramo final sin diálogos-, Perseguido, Danko: Calor Rojo, la obra maestra Desafío Total, y la no menos redonda Terminator 2 (siempre considerada como el cenit absoluto de la Acción), la estupenda Mentiras Arriesgadas, la adelantada a su época El Último Gran Héroe, la mejor  y más inteligente parodia hecha de los actioners. Tuvo éxito en la Comedia 80s, pero tras el infarto sufrido cosas como El Fin de los Dias o Terminator 3 dilapidaron mucho de lo conseguido –a Batman & Robin ni mentarla. Aún presidente cuando aceptó el cameo en la primera Mercenarios, su secuela sí que nos devolvió al héroe de apellido imposible como era de esperar. Feliz sesenta y seis cumpleaños, Mister Arnold por cierto, que fue el miércoles pasado.

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Y seguimos con los europeos, porque aunque Bruce Willis sea otro prototipo USA y criado en New Jersey, lo cierto es que nació en Alemania del Este en 1955, de padre americano y madre alemana. Comediante y para nada el habitual tipo de las cintas 80s de acción, su humano, cercano y cachondón John McClanne, un “Cary Grant con camiseta imperio” como le describieron una vez, renovó el anquilosado género a finales de los 80. Willis siempre ha intentado compaginar todos los registros, y cuando le han dejado –Pulp Fiction, 12 Monos, El Sexto Sentido, Unbreakable-, lo ha demostrado. Pero para siempre será el poli irlandés McClanne, también héroe con todos los honores de la 100% francesa El Quinto Elemento, la incomprendida y adelantada a su época El Gran Halcón, la catastrofista extrema Armageddon. Malote en Chacal, mejor malote aún en Planet Terror, pero héroe de nuevo en La Jungla 4.0 y la fallidísima Jungla de Cristal 5 –se pasaron cortando escenas de la trama y poniendo a un hijo sin carisma, que vuelva Lucy. Pero no nos vamos a olvidar de su mejor personaje de actioner. Mejor porque supo coger a John McClanne y hundirlo todavía más en la mierda absoluta y la ironía satírica en El Último Boy Scout, otra de las joyas del género y cuyo guión salía a 10.000$ de la época cada palabrota de las miles que hay. Joe Hallenbeck, por siempre el último de los Boy Scout.

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Aunque solamente ha salido en una de ellas, y apenas a la mitad y al final, la aparición de Chuck Norris en Los Mercenarios 2 fue algo casi mesiánico. El héroe USA patriótico absoluto de la América Reagan con cosas como Delta Force –que se adelantó a la Jungla de Cristal-, Desaparecido en Combate, Invasion USA, McQuade Lobo Solitario –vaya títulos ¿eh?- y tantísimas otras maravillas antaño de Videoclub, Norris se convirtió en el Walker Texas Ranger desde 1993 hasta 2001. Y fue cuatro años después que gracias a la capacidad de Internet para estas cosas, sus descacharrante Chuck Norris Facts se convirtieron en memes que le devolvieron al estatus del género. De hecho, lo mejor de Expendables 2 es ver a Norris reírse de eso con el chiste de la cobra. Fue una figura clave en la América de los héroes, y no repite en los Mercenarios 3, pero mejor así, nos quedaremos con esa presencia del más veterano de todos, pues ya tiene 74 años, tan fugaz como recordada. Y hasta desarrolló su propio Arte Marcial de lucha, el Chun Kuk Do, con decálogo de Leyes y todo. Como para no ser uno de los grandes…

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Convertido en uno de los pocos héroes actuales capaz de cargar con la fisicidad de este cine, Jason Statham se ha convertido en uno de los tipos duros por excelencia con The Italian Job, la trilogía Transporter, las pasadas de rosca absoluta Crank 1 y 2 o Parker. Es el leal compañero de Barney Ross, y con esa pelea vestido de cura en Mercenarios 2 bien podría ser perfecto para un Assassin’s Creed. Y parece que seguirá con este tipo de cine por suerte, porque aguanta el tipo como nadie, como pronto veremos en A Todo Gas 7 tras el cameo que tuvo en la anterior. En El Único coincidió antes de Expendables con su compañero Jet Li, icono de las Artes Marciales en Asia que ha intentado ser lanzado en Occidente al igual que Jackie Chan y tantos otros tras Bruce Lee. Tiene cosas interesantes en Hollywood –el planazo final de El Unico al son de Papa Roach es de lo mejor-, pero nada como su filmografía asiática, donde destaca muchísimo más que como malo consabido en Arma Letal 4 o La Momia 3.

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Por ahí también asoma la expresión de mala catadura del gigante Dolph Lundgren, enemigo de Stallone en Rocky IV, de Van Damme en Soldado Universal, antiguo Master del Universo y rey del videoclub con sus direct-to-dvd. Y mención especial, aunque no sean Expendables, de los malos de la serie. Si en la primera teníamos a un Eric Roberts, hermano de la estrella Julia Roberts, que también dejaba los videoclubs para volver a una producción comercial, la segunda fue enteramente de un soberbio y divertido Van Damme, el quinto en la lista de héroes de actioners con toda una pléyade de joyas que van desde Contacto Sangriento –antecedende directo de Street Fighter II- a Kickboxer, Doble Impacto, la citada Universal Soldier, Timecop, Blanco Humano –con John Woo- o la delirante Double Team, que lo emparejaba precisamente con un Mickey Rourke ahogado por las drogas, después rescatado y convertido en un actor de AAAs  como Iron Man 2 o indies como El Luchador, además del mejor actor de toda la trilogía hasta la fecha por ese extraordinario monologo que Stallone le escribió para la primera Expendables –un buen guionista, nunca reconocido en toda su vida-, y que Rourke ejecutó de manera tan perfecta como Sly lo filmó en una escena inesperada y estupenda.

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Los Mercenarios – The Expendables (2010)

El Regreso de los Héroes

Tras regresar a ese reducto de la acción clásica por el que tan bien se mueve, y que parecía condenado a la extinción en esta era aséptica PG-13 de la HD y el CGI, Sylvester Stallone le dijo ‘adiós’ a John Rambo y ‘hola’ a un nuevo personaje en su carrera que parecía una mezcla de todos. Es un ex-militar versado en el Arte de la Guerra, un tipo que sabe bien cuando toca mantener el arma oculta y cuando es momento de vaciar cargadores: Barney Ross. La excusa argumental de la primera Expendables era la típica de cualquier cinta ochentera que mirase al conflicto en Latinoamérica y a los cárteles de la droga para buscar su Malo de turno. Un ex-agente de la CIA que domina a un dictador que a su vez tiraniza a su pueblo en el golfo de Mexico. Droga, aldeanos inocentes, un villano sin sentimientos y un personaje femenino que logra que el mercenario Ross se plantee si queda algo de su alma, como Mickey Rourke le recuerda en su perfecto monologo.

Los Mercenarios era una cinta verdaderamente esperada, y aunque casi dio lo que prometía, lo cierto es que se quedó algo corta y no era el sumun del género que se nos vendió excepto en la escena de la iglesia, momento histórico con Bruce Willis, Schwarzenegger y Stallone compartiendo plano que a algunos nos arrancó una sonrisa en plan “llevo toda mi vida esperando esto”. Aunque eso sí, la cinta, dirigida con eficacia artesana por Sly (pero no tan bien como Rambo 4), es una pasada de tiros y set-pieces brutales como la del avión lleno de gadgets de Ross, o el palizón de Statham a seis tios más altos que él en una cancha de baloncesto llevando unos pantalones blancos que ni se mancha. No hay apenas desarrollo de personajes, ni diálogos salvables, todo ocurre por inercia y de repente nos plantamos en su explosivo climax, pero la carátula y su tráiler tampoco nos prometían un bocado de qualité cinematográfica precisamente, sino pura evasión y escapismo balístico. Nos quedamos con la fisicidad de unas peleas que duelen, porque vaya coreografias físicas en la parte final de la cinta, tan rápidas como las de Bourne, pero con una potencia de golpe superior. Todo se cierra con un Happy Ending, casi se puede oler el tan usual momento ‘Freeze Frame’ 80s de congelar la pantalla y saltar a los créditos. Y, como dice la canción, “los chicos están de vuelta en la ciudad”, montados en Harleys Davidson llenas de calaveras. La declaración de intenciones de Stallone/Ross quedó bien clara: "Everyone of us is an Expendable"

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Los Mercenarios 2 - The Expendables 2 (2012)

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La Reunión Definitiva

Stallone hizo lo más difícil: Crear una nueva propiedad con unos cánones arcaicos que tuviera éxito. Y como él mismo dice, hacer una secuela “es una transición suave”. Estaba claro que los Mercenarios iban a regresar, y había que cumplir con el encargo de esta vez dar lo que se prometía. Y para ello nada más que juntar las piezas que faltaban, o sea, ampliar el papel y darles potencia de fuego y chistes malos a Willis y a Schwarzenegger, convencer al Lobo solitario Norris de que se “juntase con la manada” y poner un villano igual de icónico que los buenos, o sea, a un Van Damme que disfruta cada segundo en pantalla de todo lo malo que es y le permiten ser. ¿La historia? Una trama de esclavitud en los Balcanes, plutonio soviético de la Guerra Fría, un villano sin corazón que mata a gente inocente a manos llenas y venganza mercenaria por asesinar al novato del grupo –que sobra, claramente. Hablamos del festival de los tópicos absolutos, pero hey, esto es lo que queríamos ver: La reunión definitiva de todos los action héroes. Y es lo que nos dieron.

Con una larguísima y bestial set-piece inicial de unos 15 minutos empezaba Expendables 2, matando a más gente casi que Jack Bauer en una temporada entera de 24. El honor y el tener una vida lejos de las armas salpican una trama que remonta Willis haciendo de cabroncete, aunque luego se difumina. Pero, después de la impagable introducción de Van Damme dando patadas –ahí metemos la trama de la venganza-, y de la mejor aún escena a mayor gloria de un Chuck Norris INMENSO, todos nos hacemos amigos otra vez, Willis sonríe, Arnold llega con el arma más grande –la tenía más grande aún que la de Terry Crews, si nos permitís el chiste soez-, y todo se encamina a, sencillamente, el MEJOR final que un actioner de los 80 ha tenido jamás. Y es el mejor simplemente porque en un mismo encuadre teníamos a Stallone, Schwarzenegger y Willis disparando sus armas, y además intercambiándose las frases lapidarias que soltaron una y otra vez –“Volveré…” “Tu ya has vuelto suficiente, ahora volveré yo” “Yippi ka Yei”- tantas veces en sus películas.

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Descuidamos un poco al resto de Expendables –Jet Li sólo sale en el prólogo, siendo cambiado por una actriz de rasgos orientales y acento yankee que pinta nada en la historia-, pero aún hay tiempo para las bromas de Crews, para que Dolph Lundgren se ría de sí mismo con el experimento científico –este hombre es de verdad graduado con los máximos honores en Ingeniería Química aparte de actor, - y para que Statham se luzca vestido de cura/Assassin’s Creed y rece al tiempo que pega incensariazos a discreción en una iglesia. Pero queremos la pelea final, y ahí tenemos a Stallone currándose con un Jean-Claude Van Damme pletórico, tan en forma que sigue dando patadas voladoras abriéndose de piernas en el aire. La función termina, y lo hace con una frase para el recuerdo “Deberia estar en un museo” “Si, como nosotros…”. Los Mercenarios 2 se tomó menos en serio que la primera, y por ello funciona mejor. Todos son viejos colegas que han llegado a un punto de sus carreras que quieren pasarlo bien, y nos lo hacen pasar bien a los que llevábamos media vida queriendo ver un climax insuperable. Y es insuperable no porque rompan muchas cosas –apenas una pequeña terminal de un aeropuerto de Europa del Este-, sino porque ha sido la primera vez en la historia del género que las leyendas se han juntado. Puedes repetir eso pegando más tiros, pero el factor sorpresa está ya superado. Nostalgia pura de una época que no volverá, a la par que testigo de que los viejos actioners, sus tópicos, sus cosas buenas y malas, nunca morirán, como el buen cine de los 80 –Cazafantasmas, Goonies, Indiana Jones, Regreso al Futuro,Roger Rabbit- que sigue en el imaginario colectivo.

Los Mercenarios 3 – The Expendables 3 (2014)

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La vieja Generación al rescate de la Nueva

Superando los 300 millones de recaudación, y con el beneplácito del público, Barney Ross y sus mercenarios no iban a quedarse en el retiro mucho tiempo. En LOS MERCENARIOS 3, Barney (Sylvester Stallone), Christmas (Jason Statham) y el resto del equipo se enfrentan a Conrad Stonebanks (Mel Gibson), el hombre que fundó los Mercenarios hace años antes de convertirse en un despiadado traficante de armas y al que Barney tuvo que matar… o eso creía hasta ahora. Stonebanks, que ya esquivó la muerte una vez, tiene un solo objetivo: acabar con los Mercenarios, pero los planes de Barney son otros, y decide que lo mejor es reclutar sangre nueva para luchar contra la vieja generación. Reúne a un grupo compuesto por hombres más jóvenes, más rápidos y con más conocimientos técnicos. La misión, vieja escuela contra nueva escuela, se convierte en la batalla más personal que han librado los Mercenarios.

Si el belga karateka de eterna patada voladora fue un enemigo genial en Los Mercenarios 2, en la tercera no esperamos menos de un Mel Gibson que interpreta por segunda vez en su vida a un malo tras matar tantos en su carrera –Payback no cuenta, era el ‘bueno’ más o menos- y cogerle gusto después de Machete Kills. Australiano de nacimiento, héroe desde los 23 años con la trilogía de culto Mad Max; la reina de las Buddy Movies que es Arma Letal, la angustiosa Ransom, la intensa Al Límite, Gibson es el más prestigioso de todos, y el único multi-oscarizado por una de las cumbres del cine épico, Braveheart que también dirigió, continuando una carrera corta pero con dos portentos visuales y narrativos como La Pasión de Cristo y Apocalypto.

También asoman en la tercera Antonio Banderas de francotirador a la par que secundario cómico, alejado de la acción tras intentar matar al propio Stallone en Asesinos, currarse con Lucy Liu en Ecks Vs Sever, cargarse a medio reparto en Desperado o Once Upon in Mexico, o brillar florete en mano con La Máscara del Zorro –digan lo que digan, El Guerrero Nº13 también merece créditos por ser de las últimas muestras de John McTiernan, genio en los actioners; Wesley Snipes, rival de Sly en Demolition Man, héroe en Salto al Peligro, El Pasajero 57, y para siempre Blade el Cazavampiros –vuelve Blade, mira lo que han hecho con los chupasangres con tanto romance-, al fin salda sus problemas con el Fisco americano y puede estar en la saga, repartiendo estopa bajo el nombre del “Doctor Muerte”. Pero aún hay espacio para el enorme, el icono Harrison Ford, del que solo diremos que es Indiana Jones, Rick Deckard y Han Solo, aparte de Jack Ryan en los thrillers Peligro Inminente y Juego de Patriotas. Desde luego, sobran las palabras. Y haciendo como hace de piloto, como diga “ya estás libre niño, acaba y vámonos a casa” ó “un tiro de los de uno entre un millón” o cualquier frase de su piloto Han Solo en mitad de una escena de acción, la audiencia se vendrá abajo aplaudiendo.

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Vemos cuatro caras nuevas aparte del veterano Kelsey Grammer –para siempre el doctor Frazier Crane y la voz del actor secundario Bob de Los Simpson-, que ya ha lidiado con la acción en X-Men 3. Y aunque algunos como Ronda Rousey prometan pegar bien fuerte –estamos hablando de una luchadora profesional conocida de la UFC-, es una pena que Milla Jovovich no llegase a un acuerdo con Stallone, porque sería la presencia femenina definitiva, a la altura de todos y superando a la mayoría. Steven Seagal sigue negándose a salir, Norris no quiere repetirse, Nicolas Cage seguimos rezando porque aparezca, Clint Eastwood fue tentado pero tampoco sale. Aunque no desesperamos, ya que la cuarta parece en trámites –Hulk Hogan y Pierce ‘007’ Brosnan en negociaciones. Permitidnos sugerir a Vin Diesel y a La Roca-, y Barney Ross y sus expendables no parecen tener ganas de dejarlo mientras la audiencia les respondan. Faltan menos de dos semanas para que Los Mercenarios 3 llegue a la pantalla, y aunque la rebaja en la violencia no ha terminado de gustar a los fans, la promesa de todas esas caras nuevas parece suficiente para garantizarle una respuesta de nuevo positiva.

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Sea como fuere, Stallone/Ross y toda la pléyade de héroes que marcaron una época están de vuelta. Algunos no necesitamos más que eso y el cubo de palomitas más grande del cine para pasarnos dos horas de puro escapismo nostálgico de diversión, sin más sufrimiento que el de los malos que mueren a guantazos o balazos en pantalla. Como señaló el propio Stallone en el último día de rojaje:  “Es el único trabajo en el mundo que dura un periodo de tiempo limitado. Se acaba, entregas el vestuario, vuelves a tu vida habitual y sabes que nunca podrás volver a hacer lo mismo. Esos momentos en el plató no volverán nunca. Pero lo mejor de todo es que están rodados”.

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