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Calendula

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El juego que juega con nosotros. Así definen sus autores a Caléndula, un indie español que sorprende por la imaginación de su puesta en escena. Un desafío al ingenio que pone a prueba nuestros nervios

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    “Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula”,
John Kenneth Galbraith

Todo aquel que haya jugado a Batman Arkham Asylum sin duda recordará lo que sucedía a mitad del juego, con ese falso glitch que Rocksteady introducía para retorcer un poco la línea narrativa y de paso jugar con nosotros rompiendo la 4ª pared de una forma tan impactante como soberbia. Podríamos decir que los chicos de Blooming Buds, estudio indie madrileño que empieza su singladura, han cogido ese concepto para su debut con Calendula, un juego que hace de la manipulación una mecánica. Y cual Michael Douglas en la desasosegante The Game de David Fincher nos llevan por un viaje a través “del juego que no quiere ser jugado”, hasta que uno se da cuenta de que precisamente no hace más que jugar mientras intenta acceder al juego en sí.

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Es muy difícil hablar sobre este juego sin spoilear nada, ya que básicamente la sorpresa comienza nada más abrirlo y tras el logo de Unity, el motor gráfico que han usado en su desarrollo. Por tanto vamos a contaros sólo las mecánicas, y no vamos a entrar en más detalles de lo que acontece, porque saber la base de Calendula antes de empezar es privar a algunos de uno de los objetivos que el estudio busca: Nuestra cara de “What the fuck?” hasta darnos cuenta de qué va la cosa en realidad. Puede que sonemos a misteriosos, pero esa sensación inicial de no saber a qué te enfrentas, y luego darte cuenta de lo que trata realmente –habrá quien sonría, habrá quien se cabree y habrá quien lo acepte tal cual- es tan curiosa que queremos que la viváis por vosotros y no debería saberse de antemano.

Ciñéndonos a sus mecánicas, Calendula es básicamente una sucesión de puzles constantes en un entorno visual que se repite, de códigos que debemos averiguar usando el ingenio mientras sus autores nos dejan pistas básicas que debemos interpretar, al tiempo que nos trolean con falsos glitch, con partidas corruptas que no se cargan, etc. El escenario es el básico, y cual día de la marmota en Atrapado en el Tiempo, lo revivimos una y otra vez, siempre con la acotación que sus pocas pantallas brinda, pero siempre cambiando el tipo de prueba. Nunca haremos dos veces la misma cosa para averiguar la clave o la acción que debemos realizar para continuar, por lo que el desafío es constante.

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Dado su cariz cercano a una aventura gráfica minimalista, la duración depende del ingenio y la habilidad del usuario. Si somos curiosos, si durante los puzles exploramos el entorno, entonces la mayoría de pruebas las resolveremos en cuestión de minutos y hasta segundos al familiarizarnos con el entorno. Pero también es verdad que el clásico ‘ensayo y error’ puede darse, sobre todo en un par de puzles que ya te obligan a pararte y tratar de buscar la lógica que los mueve. Nuestra primera partida nos duró entre 60-70 minutos, y aunque habrá quienes se atasquen, lo cierto es que la experiencia es y se hace muy breve con un poco de habilidad. Entremedio asistimos a unas breves secuencias oníricas en las que el control es guiado y limitado, solo podemos avanzar y mirar, y que recuerdan a aventuras 3D en primera persona de finales de los 90, como Of Light & Darkness: The Prophecy por ejemplo, solo que con un tratamiento más a lo David Lynch en cuanto al surrealismo de las cinemáticas.

Dada la originalidad de su planteamiento, es cierto que una vez entendemos su ejecución la experiencia pierde la frescura inicial. El interés en Caléndula se mantiene por la no repetición de pruebas y puzles y por el interés de saber qué pasa al final, a qué viene todo ese misterio. Y precisamente por eso el final decepciona, la revelación peca de simplista e incluso algo pretenciosa viéndolo en conjunto, aunque eso sí, justo la acción que debemos hacer antes de esa última cinemática vuelve a ser otro ‘WTF?’ estupendo que nos hace dudar de nosotros mismos por un momento, demostrando que lo importante ha sido el viaje en sí y no el final del viaje – en comparación el final de Murasaki Baby, por ejemplo, acierta de pleno en su sencillez jugando mejor con el propio usuario.

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Visualmente es minimalista al extremo. Como decimos el ‘escenario’ (asi entrecomillado) en el que se desarrolla el 80% del juego es lo que hay, y no hay nada más. Es la gracia de la propuesta transmutada en escenario único, pero del que sus autores se aprovechan para cambiarlo, romperlo, retorcerlo y jugar con él en cada puzle. Los segmentos interactivos ya aprovechan el elemento 3D, pero con texturas muy sencillitas aunque un toque artístico bastante inquietante.  En el plano sonoro, la labor de los compositores es crear un tapiz de efectos y notas musicales que es junto al rojo y negro -¿homenaje cachondón al Virtual Boy de Nintendo?- predominante de su estilo artístico el culpable de la inmersión que uno tiene al jugar a Caléndula. No hablamos de un diseño sonoro tipo terror, pero lo roza para crear inquietud unas cuantas veces. Solo nos quejamos del idioma, ya que viene en inglés –de hecho viene en dos idiomas- pero ni un solo texto al español. Y aunque no se lee mucho, la base para resolver las pruebas exige entender lo que dicen los menus.

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7

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.