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Yoshi's New Island

Yoshi's New Island

  • Plataforma3DS7
  • GéneroPlataformas
  • DesarrolladorNintendo
  • Lanzamiento14/03/2014
  • TextoEspañol

Yoshi's New Island

Acompañamos nuevamente a Baby Mario por los parajes de la isla de Yoshi, en una aventura que rescata quizá en exceso el sabor tradicional de Yoshi’s Island aprovechando las virtudes de 3DS. Yoshi’s New Island ofrece una nueva ración de plataformas, huevos gigantes, plantas y monedas rojas sin perder una pizca de sus claves pese al paso de los años.

Actualizado a

Pocos pueden negar el importante papel que jugó Yoshi's Island en el momento de su aparición, hace ya casi dos décadas, justo cuando SNES comenzaba a dar sus últimos coletazos en el mercado. No sólo fue crucial para el devenir del género, sino también para la propia Nintendo, que haría de él un reclamo para poner de relieve la importancia del plano artístico de un videojuego carismático, entrañable y con una marcada personalidad propia. Tras casi una década de desarrollo y después del éxito arrollador de su antecesor, Super Mario World 2 se convirtió en el ejemplo a seguir de futuras generaciones por méritos propios, batió records de ventas y se establecería además como uno de tantos videojuegos rechazados por cierta parte de la comunidad de jugadores por su peculiar apariencia. Un caso similar, guardando las distancias, al que se viviría años después con The Legend of Zelda: The Wind Waker. En cualquier caso, hablamos de cuestiones que forman parte de la memoria reciente del sector. 

El tiempo ha sido el encargado de esclarecer su legado, primero con una reconversión aparecida en GBA y recibida con vítores por audiencia y crítica (aunque lastrada por ciertas deficiencias gráficas motivadas por la capacidad técnica de la portátil), y luego con una secuela espiritual que aprovechaba la pantalla dual de NDS toda vez que aportaba nuevas ideas y conceptos a la mecánica tradicional. Por el camino Nintendo no desaprovechaba la oportunidad de exprimir el carisma de esta dupla de héroes con una suerte dispar, bien sea en concepto de plataformas claramente destinados a un público infantil (Yoshi's Story para N64, donde no aparecía BabyMario pero sí el resto de elementos comunes a esta sub-saga) o a través de propuestas más desenfadadas que unas veces buscaban potenciar una función específica de la consola para la que habían sido desarrollados y otras simplemente ofrecer una experiencia de juego rápida y muy accesible. 

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Aunque todas han aportado su pequeño granito de arena en la búsqueda de nuevas vertientes de juego, no cabe la menor duda que la mejor parte de la herencia de Yoshi's Island se la ha llevado su principal abanderado y representante por antonomasia. De ahí que no resultase especialmente sorprendente el anuncio de que uno de los estudios internos de Nintendo se hallaba inmerso en el desarrollo de la primera auténtica secuela de aquel clásico, un plataformas que contaría con la supervisión de Shigeru Miyamoto y cuyo principal cometido no era otro que acentuar la calidad técnica de 3DS. Como podrá comprobar el lector avezado con un rápido vistazo a las imágenes adjuntas a este texto, las credenciales de Yoshi's New Island son básicamente las mismas que las de sus antecesores: sublime espíritu artístico, estupendo diseño de escenarios y, lo que es más importante, toneladas de diversión.

Nueva Isla Fantástica

Yoshi's New Island no pretende reescribir la historia de la franquicia con grandes cambios ni novedades que otorguen al juego un nuevo espíritu, sino más bien actualizar la mecánica de juego del título original para recuperar las frescura perdida a lo largo de los años. Buena muestra de ello es la entretenida introducción que nos da la bienvenida a pocos minutos de comenzar a jugar, con un insistente Kamek que parece dispuesto por enésima vez a cambiar el destino del mundo (o de la galaxia) y que se muestra especialmente interesado en raptar al pequeño BabyMario a cualquier precio. En ella podemos apreciar, entre otras cosas, el excelente trabajo que ha realizado el estudio para que esta versión sea a 3DS casi lo que el original a SNES, haciendo un uso inteligente de viejas melodías y de ciertos guiños especialmente destinados a los seguidores de la saga. El argumento sigue los pasos de entregas anteriores y nos sitúa en la isla de Yoshi, que paulatinamente ve cómo sus bellos parajes se cubren con tristes monstruos enviados por Kamek en su intento por conquistar el mundo.

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Yoshi ha de cumplir un doble cometido: de una mano salvar a toda su especie de la amenaza que sobre ella se cierne y de la otra custodiar a BabyMario hasta su nuevo hogar, forjando un irrompible vínculo de amistad por el camino. El argumento es parco en adornos y apenas tiene un peso específico en la aventura, por lo que es fácil encontrarnos con una sucesión de niveles que no están unidos por el guión, sino por el imaginario que plantea cada uno de los mundos, esto es: distintos puzles, enemigos, etcétera. Pese a esto, los acontecimientos que tienen lugar a lo largo y ancho de nuestra epopeya nos animan a seguir jugando, aunque el camino que ha tomado Nintendo en esta ocasión no sea tan parecido al visto en Kirby's Epic Yarn como se había sugerido en distintas presentaciones y entrevistas. 

Las similitudes entre aquella fantástica aventura de la bola rosa y este nuevo Yoshi son más que patentes en varios niveles, principalmente en lo referente al plano estético. Hay algunos aspectos que se han renovado visualmente, un concepto que se acentúa con la sensación de profundidad estereoscópica que produce la portátil, leve aquí pero existente. Al igual que sucedía en el caso de Yoshi's Island, una gran parte del atractivo del título reside precisamente en los artes conceptuales que se muestran en los distintos escenarios que recorremos. Variados, artísticamente sublimes y con cierto protagonismo en momentos puntuales de la aventura, Nintendo ha realizado un trabajo encomiable en los distintos mundos que visitamos, con elementos que toman parte en la acción como gigantescas rocas volcánicas que destrozan todo a su paso o pequeñas nubes que aparecen y desaparecen en el viento. Aunque se trata de aspectos que no necesariamente son novedosos en el género, su presencia enriquece la variedad de mecánicas que desempeñamos mientras tratamos del alcanzar nuestra meta última: el siguiente Yoshi y con él, el próximo mundo que nos aguarda. 

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Nueva isla, nuevas formas de jugar

Hay varias nociones que asociamos casi por inercia a cualquier capítulo de Yoshi's Island: proteger a BabyMario del ataque de enemigos, coleccionar monedas rojas y coloridas flores o transformarnos en distintos objetos que sirven a la vez como catalizador para que la aventura cambie de tercio por unos instantes y como minijuego. Estos conceptos se mantienen inalterables en la propuesta de juego pero con variantes respecto a lo que habíamos conocido en anteriores entregas. Nuestro objetivo consiste en alcanzar la meta sin restricciones de tiempo. Si un enemigo logra herir a Yoshi, BabyMario saldrá despedido por los aires perdiendo varios segundo-estrellas, la medida que aquí se emplea para obligar al jugador a tener cuidado ante los obstáculos que se interponen entre nuestros héroes y su objetivo. Para poder hacer frente a los monstruos que nos aguardan Yoshi cuenta con un arma infalible: huevos. El pequeño dinosaurio cuenta con una lengua que le permite consumir a sus adversarios independientemente del tamaño para emplearlos luego como armas arrojadizas o como una especie de brazo extendido a través del cual acceder a monedas ocultas de otra manera inalcanzables.

Si la mecánica per se apenas ha variado con respecto a anteriores entregas y no sorprende nada, entonces ¿qué novedades encontramos en esta nueva isla de Yoshi? La respuesta más obvia es el cambio de resolución de la pantalla superior, lo que se traduce en un Yoshi más grande y en un espacio de maniobra más reducido. Esta novedad produce una agradable sensación visual al ceder parte del atractivo visual a los fondos animados (dibujados a mano), pero entorpece nuestra visión global a la hora de localizar objetos ocultos o zonas secretas. Este detalle no sería realmente un problema de no ser porque uno de los rasgos de identidad de esta obra es precisamente la cantidad de objetos imposibles de localizar sin indagar en cada recoveco del mapeado, lo que nos lleva necesariamente a cambiar de perspectiva o a sufrir molestos ángulos muertos incluso en los primeros compases de juego. Dicho esto, es importante subrayar que el nivel de dificultad que ofrece superar la aventura es asequible siempre y cuando no nos importe acceder al 100% del contenido de cada escenario, en cuyo caso será imprescindible inventor un buen rato investigando concienzudamente cada rincón y plataforma que en ellos encontramos. 

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Valorar el apartado gráfico en su justa medida es una cuestión relativamente complicada por los contrastes que ofrece, ya que al estupendo trabajo artístico se le une una inusitada pixelación excesiva en los diseños de los enemigos, que sin embargo cuentan con el carisma habitual de la franquicia. El modelado de los nuevos habitantes de la isla de Yoshi, tanto el de los más pequeños como el que descubrimos a posteriori en enfrentamientos de mayor calibre, sigue las pautas de calidad y ternura a los que Nintendo nos tiene acostumbrados, pero la manera de ser plasmados en pantalla no siempre alcanza las mismas cotas de calidad. No es brillante. Pese a esto, no sería justo confundir al lector con estimaciones poco precisas: gran parte del contraste visual que percibimos durante la partida se debe, sin duda, a la enorme diferencia palpable entre el dibujo a mano de exteriores y el modelado poligonal de algunos objetos, como ya hizo New Super Mario Bros.

Huevos, muchos huevos

No utilizaremos el manido refran que reza aquello de "el tamaño importa", pero lo cierto es que gran parte de la frescura que desprende el título se debe en gran medida al uso que Yoshi otorga a los huevos. Existen dos tamaños divididos en varios colores y cada uno de ellos cumple una función específica. Los pequeños rojos, por ejemplo, rebotan con más facilidad en las paredes, mientras que los amarillos nos regalan estrellas o valiosas monedas para cumplimentar nuestras estadísticas en cada nivel. Los grandes son menos variopintos pero su uso es crucial: desde el verde común destroza-todo hasta el metálico que nos permite sumergirnos en el agua y pasear por los fondos marinos, cada uno es, a su manera, una habilidad especial que se puede comparar con las clásicas a las que nos aferramos en cualquier otra aventura de Mario. Aprender a manejar el lanzamiento de huevos es cuestión de práctica y por lo general un jugador de poca experiencia debería familiarizarse con na mecánica tras varios niveles. Hay más huevos, sorpresas y detalles que cada jugador tendrá que descubrir por cuenta propia, pero basta con saber que cada mundo esconde un buen puñado de motivos para continuar jugando hasta finalizar la aventura.

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Alcanzar el final del juego, por cierto, es otro de los aspectos que conviene reseñar en este análisis, dado que superar los niveles es una tarea sencilla que jugadores con algo de experiencia podrán realizar con facilidad. Aunque no existe tal cosa como un modo Historia, ceñirnos al argumento y no tratar de conseguir los objetos ocultos da como resultado superar la aventura en unas cuantas horas. Cualquiera que haya disfrutado anteriormente de un Mario debería saber que este es, a grandes rasgos, el esquema al que habitualmente se entregan estos títulos. No obstante, hay que tener en cuenta que determinados escenarios se terminan con suma facilidad. A esto le debemos añadir la aparición de pequeñas ayudas en forma de alas que nos conceden inmunidad o mayor capacidad para volar cuando perdemos la vida varias veces seguidas en un mismo escenario. Dado que su uso es opcional y depende enteramente de nuestra elección, la inclusión de esta faceta es un punto a favor, o una mano tendida hacia el jugador menos habilidoso. 

Utiliza la consola

Siguiendo la lista de novedades, antes se comentó la presencia de minijuegos, uno de los aspectos que tradicionalmente forman parte de Yoshi's Island, sólo que esta vez de forma renovada. Los minijuegos son en realidad transformaciones de Yoshi en distintos aparatos o vehículos, algunos reacondicionados y otros totalmente nuevos para la ocasión. Todos son breves y funcionan prácticamente como si de un automatismo se tratase, demandando una participación activa por parte del jugador a través del giroscopio de la consola. Son entretenidos, cortos y el reto que en ellos aguarda suele coincidir con perder alguna que otra moneda roja por el camino. Con respecto a este último punto, los porcentajes han desaparecido dejando paso a una simple estadística que nos indica cuántas estrellas, monedas rojas y flores hemos conseguido a lo largo del escenario. Al final del mismo encontramos la clásica rueda de flores, que deja atrás los minijuegos para dar paso a una colección de monedas que dificulta aún más obtener el 100% del contenido en los niveles. Si finalmente lo conseguimos nuestro esfuerzo se verá recompensado. De qué manera, una vez más, es un secreto que tendréis que descubrir por cuenta propia.

Lógicamente, el esfuerzo que conlleva extraer todos los secretos no depende sólo de la recompensa final, sino también -y principalmente- del fantástico diseño de escenarios del que hace gala el juego. Especialmente en los últimos mundos que tenemos el placer de descubrir, y pese a la relativa facilidad con la que se superan, resulta muy placentero disfrutar del arrabal de imaginación con el que se presenta la nueva isla de Yoshi. Algunos más sorprendentes que otros pero todos igualmente disfrutables, Nintendo vuelve por sus fueros cuidando hasta el mínimo detalle cada salto, cada colocación de un enemigo, cada tubería y plataforma inaccesible. En este sentido sólo podemos lamentar el bajo nivel de dificultad que se impone para vencer a nuestros enemigos, una faceta que curiosamente muestra picos de dificultad poco comunes en la serie y llega a hacer torpes en manejo determinadas situaciones. Algo poco habitual en sagas de renombre Nintendo.

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Al margen de lo hasta aquí expuesto y después de resaltar las virtudes de este Yoshi's New Island, queda por resaltar el modo multijugador entre dos consolas que nos permite disfrutar de un rato en compañía entre varios amigos, sin tener necesariamente que compartir la partida con alguien que también disponga del juego. Podemos activar o desactivar el StreetPass en función de nuestras querencias. Así que, si lo preferimos, simplemente podemos obviar el multijugador y seguir a otra cosa. Sin duda, una manera muy simple pero que completa el producto al ofrecer esta función a quien realmente quiera darle uso.

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7

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.