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Assassin's Creed IV: Black Flag, Impresiones

De la Guerra de Secesión y las praderas de una naciente Norteamérica a las cristalinas aguas del mar Caribe en la época dorada de la piratería. Amarrad la mesana, marineros de agua dulce, pues el credo de los asesinos nos lleva de viaje con piratas y filibusteros

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“15 Hombres en el Cofre del Muerto…”
Piratas… Solo la mención del término –en el sentido más clásico de éste- evoca una época de esplendor y grandeza, de aventuras allende el horizonte y bajo la Osa Mayor navegando por aguas de cristal y arrecifes traicioneros. Fue el momento de Barbanegra; de las leyendas sobre barcos y tripulaciones fantasmales como El Holandés Errante; obstáculos como el traicionero Maelstrom -muy alejado de aquellas latitudes- para aterrorizar a los novatos imberbes; del conocido Sir Francis Drake, pirata para los españoles, héroe para los ingleses y el antepasado de nuestro Nathan Drake de Uncharted. Una de las épocas más gloriosas que existen para narrar un relato de aventuras gracias a elementos como tesoros escondidos, trampas, mapas ocultos, bravuconería, ron y siempre pasando por la quilla a cada soldado que se atreviese a mancillar la sagrada bandera de la calavera y los huesos cruzados, Ubisoft ha escogido el exótico marco dibujado por mil y una crónicas reales de nombres ya olvidados para llevarnos allí en Assassin’s Creed IV.

Y lo hace a través de un personaje construido de varios elementos y arquetipos de la época como es Edward Kenway –exacto, de la familia de Connor Kenway de Assassin’s Creed III, concretamente su abuelo-, un audaz, temido pirata que no vacila a la hora de desenvainar y que sirve –junto a la protagonista de Assassin’s Creed III Liberation de Vita, Aveline de Grandpré, con misiones en exclusiva para las versiones PlayStation 3 y PS4- como un protagonista ideal para la nueva entrega. De momento se desconocen los detalles de la historia en cuanto a su trama temporal en la época más moderna -Ánimus, Abstergo-, por lo que, al igual que con Aveline, solamente tenemos la referencia de nuestro personaje, tocándonos vivir una nueva aventura. Una aventura de piratas. Una aventura del Credo de Asesinos.  

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Mare Intranquilitatis
A pesar de un mapeado con más de cincuenta zonas entre islas, territorios, puertos principales y junglas en los que atracar, explorar y perderse buscando fortuna y gloria –cerrado en la demo a un puerto principal para atracar aunque también un puñado de islas-, de lo primero que uno tiene ganas es de rendir homenaje al género y comandar nuestra particular Perla Negra, en este caso el barco Jackdaw del capitán Kenway. Para que os hagáis una idea de la importancia de nuestro navío, el barco contará con su propio árbol de progresión para la creciente intensidad de las batallas navales que están por venir. Considerado el segundo personaje en importancia tras el capitán Kenway, a través de los restos de navíos de nuestros enemigos derrotados o de lo que nos vayamos encontrando por el mapeado será como convertiremos al Jackdaw en la joya de la corona filibustera.

Por supuesto, antes de probar las mecánicas en tierra mejor nos divertimos encabezando una auténtica batalla naval en la que nuestra forma de actuar decidirá el resultado de la contienda. Oteando por el catalejo lo que un convoy español  porta, toca desplegar las velas para hacernos sentir. Una vez alineamos el barco para barrer la cubierta enemiga a cañonazos –el mástil central, la clave siempre junto a la posición del navío nuestro, que incide en las armas usadas-, es aquí donde nos damos cuenta del cuidado puesto por el estudio, ya que si nos dedicamos a barrer a cañonazos corremos el riesgo de que se hunda. En ocasiones, cuando enviemos al enemigo a pique, podremos obtener una parte del botín que saldrá flotando a la superficie. Pero somos piratas experimentados, ¿no? Y los piratas planean. Así que inutilizamos el navío enemigo para probar otra mecánica popular en la época: El Abordaje. Situándolo a la distancia adecuada para contemplar la maniobra de ver a nuestra tripulación clavar garfios, el barrer la línea enemiga apostada en cubierta con armas de fuego y saltar el primero al abordaje del barco sable desenvainado en mano resulta una experiencia emocionante. La batalla termina. El navío es nuestro.

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En caso de haber sufrido demasiados daños, siempre podemos ordenar reparaciones en alta mar sobre el Jackdaw. Partimos del pecio que se hunde y seguimos en el mar Caribe, en el que si se nos tercia, incluso podemos empuñar arpones para pescar, en este caso un enorme tiburón –el sentimiento de sentirnos Robert Shaw en el Tiburón de Steven Spielberg es innegable. De camino a nuestro destino podemos vernos sorprendido por una de las muchas tormentas marinas que convierten el mar en un espectáculo de enormes olas –incluso hay un comando para ordenar a la tripulación aguantar los embates de éstas-, y contemplar el espectáculo de verlas formándose y tragarse a cualquier barco de desdichados que esté demasiado cerca de su peor frente –ver salir el sol llega a resultar un alivio. Pero aún hay más en forma de una mecánica que en pocas semanas estaremos probando también en Grand Theft Auto V. Si de algo estaban los mares llenos en esa época y marco geográfico era de barcos hundidos. Y nada mejor que tirarnos al agua y bucear entre sus restos en busca de tesoros mientras esquivamos unos tiburones que nos miran de reojo al vernos tan indefensos y sin arpones.

Terra Nova
Ponemos rumbo a tierra –aunque seguiríamos navegando por esas aguas traicioneras de buena gana- para ver qué tal se desenvuelve el capitán en suelo firme. Y nada más atracar en una de las islas, tenemos un contrato para asesinar a un objetivo –una de tantas misiones secundarias que hacemos al hilo de la historia principal-, que aparece al momento resaltado en el mapa. Tras detenernos unos instantes en una taberna para oír canciones de marineros –Kenway las aprende y luego se las enseña a su tripulación, que las canta a pleno pulmón navegando en alta mar-, toca volver a las mecánicas habituales: la visión del águila, la infiltración, allanarnos el camino de la escolta del objetivo –los combates han aumentado su dificultad, por lo que dominar la esquiva y los contraataques se torna esencial al tiempo que armas como el sable y la pistola.

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 La infiltración no nos sale demasiado bien, por lo que el objetivo corre, huyendo y esquivando nuestro fuego de pistola. Regresando al puerto, toca comandar el Jackdaw de nuevo para dar caza al bastardo que huye. Y hundirlo a él y su cohorte en lo más profundo del Caribe.  ¿Nuestro siguiente objetivo? Quién sabe. El horizonte sigue lejano y nuestra vida de ron, peleas y vivir según el código de la piratería no nos pone barreras. El tiempo de la demo se termina, por lo que toca soltar el DualShock de PS4 y esperar a octubre, a ver qué más novedades nos tiene preparada la odisea de Edward Kenway, como la historia que nos contará, la extensión de su mundo, el salto gráfico de las versiones Next-Gen o el multijugador. Como diría el capitán del Octubre Rojo,  Marko Ramius, citando a Cristóbal Colón: “"El mar dará a cada hombre una nueva esperanza, como el dormir les da sueños”.

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Assassin's Creed IV: Black Flag

  • 360
  • WiiU
  • PC
  • PS4
  • XBO
  • PS3
  • Aventura
  • Acción

Assassin's Creed IV: Black Flag, desarrollado y distribuido por Ubisoft para PC, PlayStation 3, PlayStation 4Xbox 360, Xbox One y Wii U, es la cuarta entrega numerada de la popular saga de acción y aventuras Assassin's Creed, ambientado esta vez en el Caribe de 1715.

Carátula de Assassin's Creed IV: Black Flag
8.6